Escapista

chico en pañales saltando un muro

Esto pasó hace varios años, yo acababa de entrar a la secundaria y desde siempre había sido (y hasta hora lo sigo siendo) un chico hiperactivo y problemático a los ojos de los profesores. Tenía muy buenas calificaciones y nunca me metía con mis compañeros, sin embargo, tenía numerosos reportes de indisciplina por una sola razón; me encantaba trepar en los árboles, rejas, escaleras y muros de la escuela y cuando nadie me descubría, incluso me escapaba a la calle, me quedaba en el local de videojuegos que se encontraba enfrente a esperar la hora de la salida mientras jugaba futbolito o billar, a la hora de la salida un amigo me pasaba mi mochila si es que no la había podido llevar conmigo y me subía al transporte escolar como si nada.

Ahora escaparme de la escuela se había convertido en mi actividad favorita, me habían descubierto ya algunas veces. En una ocasión, para mi mala suerte, al momento de saltar la reja y aterrizar en la calle afuera de la escuela, iba pasando una patrulla de policía que lo vio todo, me subieron a la camioneta, hablaron conmigo diciéndome que los estudios eran lo más importante de la vida y bla bla bla, y después me metieron de nuevo a la escuela, esa vez me pusieron una carta condicional, en la que, si volvía a escaparme de la escuela, me expulsarían definitivamente.

A mi padre no le hizo nada de gracia ese reporte, me dijo que si me expulsaban de la escuela me metería a un colegio militar, el mismo colegio al que iba uno de mis primos, en ese colegio los ponían a hacer un montón de ejercicios, eso no me molestaba realmente, pero mi primo me contaba que frecuentemente los profesores los golpeaban, les gritaban y los humillaban, además de hacerlos pasar horas de pie bajo el sol, el frio o la lluvia (dependiendo la época del año) y que eso no era lo peor, lo peor eran los propios alumnos, los chicos de grados superiores que se encargaban de torturar a los de grados inferiores, mi complexión baja y delgada me haría una presa fácil en ese colegio, por lo que me estuve en paz durante unas semanas, hasta que se me pasó el susto y las ganas y la adrenalina de escapar regresaron.

En los últimos meses la escuela había estado en remodelación, me había aprovechado de eso muchas veces para trepar o escapar, pues siempre dejaban escaleras o andamios sobre los muros, montañas de arena recargadas en la pared con las que era posible subir, sin embargo, ahora que ya habían terminado, no solo la reja del perímetro era el doble de alta, sino que además tenía alambre de púas todo alrededor. Mis sueños de fuga se estaban esfumando, pero a la vez me estaban retando, ya no sería tan fácil escapar, pero esto le añadía aún más emoción.

Empecé a recorrer todos los rincones de la escuela a la hora del receso y en la horas que llegábamos a tener libres entre clases, aunque yo ya me conocía bastante bien todos los rincones de la escuela, estaba buscando un nuevo punto débil, pero todos mis lugares favoritos para escapar o esconderme habían sido arreglados. Después de días de vigilancia y observación encontré una vulnerabilidad; si bien todo el perímetro de la escuela estaba amurallado con una enorme reja y alambre de púas, había un pequeño punto que no lo estaba.

Uno de los muros de la escuela no daba a la calle, si no que era compartido con la escuela de al lado, un jardín de niños con edificios bajos y un montón de árboles y columpios, a veces, cuando estábamos en clase, se podía escuchar a los niños gritando y jugando en ese jardín, especialmente si estábamos tomando clases en los salones que se encontraban de ese lado de la escuela. A ese muro también le habían puesto alambre de púas excepto a una pequeña parte, en la cual un frondoso árbol que estaba en el patio del jardín de niños extendía sus ramas hasta el patio de nuestra escuela, ahí la reja era muy baja y no había alambre de púas.

El plan estaba hecho, me iba a escapar por ese espacio, entraría al jardín de niños y de ahí treparía el muro hacia la calle, los muros del jardín de niños eran mucho más bajos y no había alambre de púas.

Empecé a estudiar los horarios, ese lugar no solo era un jardín de niños, si no que era una guardería de tiempo completo, así que tenían varios horarios de receso e incluso tenían horarios de siestas, la mayoría de la información la descubrí gracias a una compañera que tiene un hermanito ahí, le saqué toda la información necesaria inventándole que una prima que trabaja acaba de tener un bebé y estaba buscando una guardería que pueda cuidarlo hasta que ella salga del trabajo.

El plan era el siguiente: A las 11:30 los niños tienen una hora de siesta, la cual coincidía perfectamente con el fin de nuestro primer receso, así que yo me escondería durante el receso y cuando todos hubieran regresado a clases iría hasta el muro del árbol, lo treparía y bajaría con ayuda del árbol hasta el jardín de niños, en donde todos los profesores estarían dentro de los salones pues era la hora de la siesta y a esa hora no había ni un alma en el patio, después cruzaría el jardín por toda la orilla hasta llegar al otro lado y minimizar el riesgo de que alguien me viera desde mi escuela para por fin salir a la calle y escapar. Me iría a los videojuegos como de costumbre y mi amigo me pasaría mi mochila a la hora de la salida, me subiría al transporte y llegaría a mi casa sin que nadie se enterara.

Todo el plan empezó a la perfección, termino el recreo y salí de mi escondite, cruce el muro y trepé el árbol, vi que no hubiera nadie en el jardín, pero cuando bajé del árbol, apareció una mujer frente a mí.

-Muy bonito, ¿Se le perdió algo? -me dijo con el típico tono de maestra regañona -Acompáñeme a la dirección -dijo mientras me arrastraba de la oreja.

Yo lo creía todo perdido, ya me hacía en la militarizada, siendo maltratado por los profesores y atormentado por mis nuevos compañeros. Se me estaba escapando una lagrima de los ojos, no sabía si era por el hecho de que sería expulsado de la escuela o por el dolor de mi oreja que estaba siendo arrancada por esa maestra de largas uñas.

Entramos a la dirección y ahí me dejaron esperando hasta que llego la directora con otra de las maestras, no sé qué estaba haciendo ahí pero gracias a ella es que no fui expulsado ese día, ni siquiera me acusaron con mi escuela o llamaron a mis padres, pero a partir de ese día dejé de escaparme.

La directora dijo que iba a llamar al director de la secundaria para que le llamara a mis padres y me expulsaran de la escuela, pero la maestra que estaba ahí intervino y le dijo que si podían salir un momento, salieron de la oficina y hablaron por unos minutos, después la directora entró y dijo que tenía dos opciones; que llamarían a mis padres y al director de la secundaria para reportarles lo sucedido, o ir con la maestra Rosy a recibir mi castigo.

Prefería el castigo, sabía que me había salvado, mi alma regresó a mi cuerpo y el color a mi rostro, seguro me pondrían a lavar los baños o a regar el jardín sin duda cualquier cosa que me pusieran a hacer sería mejor que ser expulsado, pero no estaba preparado para lo que sucedió después.

La maestra Rosy me tomó de la mano y me llevó a un salón en donde había muchos niños pequeños dormidos en colchonetas sobre el suelo, cruzamos el salón y abrió una puerta, era como una pequeña enfermería, había un gran mueble acolchado y varias repisas llenas de pañales, toallitas húmedas y otras cosas para bebés, yo identificaba todo eso pues tengo dos hermanos menores.

La maestra me dijo que me sentara en un mueble que yo sabía perfectamente que era un cambiador de pañales, pensé que mi castigo seria limpiar ese lugar o tirar los pañales sucios a la basura, pero en cambio lo primero que hizo fue meterme un chupón en la boca, yo quería escupirlo, pero ella lo estaba sosteniendo con su mano, me dijo que si no cooperaba con todo, llamaría a la directora y seria expulsado, así que no tuve más remedio que aceptar.

Después me acostó en el cambiador y me bajó el short que traía puesto dejándome en calzoncillos los cuales quitó también, con toallitas húmedas me limpio las pompas y los genitales y después de una pequeña nube de talco me colocó un pañal en donde hasta hace unos segundos estaba mi ropa interior.

Yo estaba paralizado, por un lado, no podía decir nada por el chupón que traía en la boca, y por otro estaba procesando lo que estaba sucediendo. Después me quitó la camiseta dejándome completamente desnudo, únicamente con mis calcetas, zapatos y un blanco pañal con dibujos de animales desfilando por mi trasero y mi pubis. Regreso con una camiseta celeste muy corta, apenas y me llegaba por debajo del ombligo, no cubría en absolutamente nada mi pañal.

-Como entraste al jardín de niños, supongo que quieres ser un pequeño de nuevo, necesito que seas un buen niño, obedecerás a la maestra en todo lo que te diga y trataras bien a tus compañeritos, ¿Entendido?

-Si maestra -le dije sacándome el chupón de la boca, el cual tomó y le amarró un lazo y sujetó con una pinza a mi nueva camiseta.

-Nada de maestra, tienes que hablar igual que un pequeño

-Eta ben maeta -dije lleno de vergüenza, pero sabiendo claramente a que se refería.

Me tomó de la mano y me llevó al salón en donde algunos de los niños empezaban a despertarse y me miraban con curiosidad, todos ellos llevaban shorts o pantalones, a algunos se les notaba claramente el pañal que llevaban bajo la ropa y otros llevaban un calzón entrenador con mucho orgullo.

Acomodamos las colchonetas y las cobijas en un mueble con ayuda de la maestra y nos pusimos a cantar canciones y a aplaudir, al principio me sentía muy mal, extremadamente avergonzado, los niños me miraban con curiosidad, pero eran simpáticos. Intentaban preguntarme cosas, pero yo no les entendía solo les decía mi nombre a los que preguntaban y cuando me preguntaban mi edad me ponía rojo de vergüenza levantando tres dedos al aire.

Después de la ronda de canciones la maestra sacó un gran rollo de papel que extendió sobre el suelo, nos puso mandiles de plástico y puso pinturas en el centro, todos los niños comenzaron a tomar pintura con sus dedos y a hacer dibujos, en ese momento yo ya estaba entrado completamente en mi papel, así que metí los dedos en la pintura y comencé a dibujar con mis compañeros.

Mientras dibujábamos vi como algunos de los niños se levantaban y le decían algo a la maestra, ella los llevaba a un pequeño cuarto que estaba al fondo que era un baño, pero el retrete era mucho más pequeño que el de un baño normal, así como los lavabos que estaban a una altura muy baja, se me hicieron simpáticos aquellos muebles, nunca los había visto, entraba la maestra con el niño o la niña en cuestión y unos minutos después salían de este después de haber escuchado el sonido de un retrete y un chorro de agua del lavabo.

Terminamos de pintar nuestro mural el cual la maestra sacó al jardín para que se secara, yo junto con dos niños más habíamos dibujado varios dinosaurios con un volcán en erupción de fondo. Después de la pintura la maestra nos llevó a todos a lavarnos y secarnos las manos.

Era hora del almuerzo y a todos nos repartieron un plato con divisiones lleno de cosas ricas y un jugo de manzana, antes de comer la maestra se llevó a dos de mis compañeros al mismo lugar en donde yo había estado un par de horas antes a recibir su respectivo cambio de pañales, al terminar se acercó a mí, que estaba comiendo mi comida en la mesa con los demás, yo era el único chico que traía su pañal visible, pero esto no le impidió levantarme y revisar la parte delantera de mi pañal metiendo uno de sus dedos por mi ingle y después jalar el elástico de la parte trasera y asomarse por mis pompis.

-Cuando necesiten un cambio de pañal me avisan ya lo saben -dijo a toda la clase, pero viéndome a mí.

-Yo ya no uso pañal -se escuchó decir a varios orgullosos que usaban calzoncito entrenador.

Rojo de vergüenza seguí comiendo, pero como ya estaba adaptándome a mi papel de kindergardiano así que seguí comiendo con los demás.

Al terminar de comer nos lavamos las manos y quitamos los baberos, después nos cepillamos los dientes y como si ya supieran la rutina de memoria, todos comenzaron a sacar unos cojines de colores de uno de los muebles, no me quería quedar atrás así que saqué uno también y lo puse a lados de mis nuevos amigos, los cuales eran casi tan aficionados a los dinosaurios como lo era yo.

La maestra colocó una silla enfrente de nosotros y nos empezó a contar un cuento sobre unos ratones y una serpiente que se los quería comer, el libro tenía muchos dibujos muy divertidos, al terminar el libro, la maestra nos dio arcillas de colores con las que teníamos que hacer a uno de los personajes del cuento.

Yo hice un ratón azul y una serpiente anaranjada, todo era diversión hasta que me entraron ganas de ir al baño. Me levanté discretamente como había visto a muchos de mis compañeros hacer durante todo el día y me dirigí a la maestra.

-Maeta quero ir al baño -le dije sin dificultad

La maestra sonrió y me respondió -Haz en tu pañalito cielo, cuando termines yo te cambio.

Regresé resignado y seguí con mi actividad, empecé a dejar salir la pipí en pequeños chorros, con miedo a que el pañal no aguantara, al terminar me di cuenta que el pañal había mantenido todo perfectamente en su lugar, no me preocupé y terminé de hacer mis animales de plastilina y como nos sobro algo de tiempo, mis amigos y yo aprovechamos para hacer algunos dinosaurios también.

Pusimos nuestras creaciones uno a uno en una repisa, aunque los dinosaurios no eran parte de la actividad la maestra nos dejó ponerlos también junto a los ratones y las serpientes, al intentar regresar a mi lugar la maestra me tomó de la mano y nuevamente hurgó dentro de mi pañal, el cual se veía claramente abultado y un poco colgado. Me llevó de nuevo al cambiador, en donde desprendió las cintas de mi pañal y me levantó las piernas, me limpió con toallitas húmedas y me puso talco, después me colocó otro pañalito y lo sujetó fuertemente sobre mi abdomen, me quitó la playera y me volvió a colocar la camiseta que traía al igual que mi short y mis zapatos, lo único que no me puso fue mi calzoncillo. Antes de bajar del mueble, escuché a lo lejos el timbre de mi escuela que marcaba la hora de la salida.

-Espero que hayas aprendido la lección y no vuelvas a escapar -Dijo con amabilidad.

-Gacias maeta -dije mientras me incorporaba.

Me tomó de la mano y me llevó a la puerta del salón en donde un conserje me acompañó hasta la salida, Mire que nadie me viera salir del kínder y alcancé al resto de alumnos de secundaria que iban saliendo, encontré a mi amigo quien me dio mi mochila y nos subimos al transporte escolar, cuando me dejé caer en el asiento note como una pequeña nube de talco salía por mi short y un ruido plástico se confundía con el bullicio del resto de adolescentes saliendo de la escuela.

2 comentarios en “Escapista”

  1. el cuento que ley esta muy bonito y ese niño seguro tiene 12 años y usando pañal pero es una dura lección para que ya nunca más escapara de la escuela hay niños de 8 y 10 años que usan pañales porque mojan la cama pero es el mejor cuento que e leído en toda mi vida

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