El patio de juegos


Regresaba como todos los días de mi aburrido trabajo, con mi traje gris, mi corbata gris, mi cara gris y un insulso, anodino y simple cinturón gris. Con la cabeza agachada, andando el camino de casi veinte minutos desde la estación del metro hasta mi casa, así era mi rutina de todos los días, salir de la oficina a las cinco en punto, caminar dos cuadras para la estación del metro, subirme a un vagón atestado de personas, avanzar siete estaciones y bajar del vagón, caminar por diez minutos para hacer el transbordo y subir a otro vagón, avanzar diez estaciones y volver a bajar para hacer otro transbordo, subir al nuevo vagón y avanzar tres estaciones más hasta poder salir a la superficie para volver a respirar un poco de oxígeno contaminado, subiendo una interminable escalera, escalón por escalón, odiando mi vida un poco más por cada escalón avanzado, recibir en mi rostro  los rayos del sol que empieza a ocultarse, caminar ocho manzanas hasta llegar a mi departamento, comer algo, perderme en mi teléfono un par de horas, prender la televisión para ver las noticias de la noche, bañarme, cenar un poco más y después irme a la cama, para despertar y volver a hacer lo mismo, de lunes a sábado, así hasta cumplir los sesenta y cinco años y poder jubilarme de una buena vez, solo espero que estos últimos treinta y dos años se pasen más rápido que mi jornada laboral de hoy.

Aunque el camino es el mismo y me lo se de memoria, y nunca pasa nada diferente, hoy me percaté de algo inusual, antes de llegar a mi casa, como unas cuatro calles antes, hay un parque de juegos, un montón de estructuras de plástico y metal coloreados que simulan puentes, barcos y castillos, siempre hay un montón de niños jugando ahí, las risas y gritos se pueden escuchar dos calles antes y dos calles después de dejar el parque atrás. La verdad nunca había puesto atención a ese parque hasta el día de hoy.

-¡Uri!… ¡Uri!… -Escuché un grito a lo lejos, volteé instintivamente, nadie me dice Uri, excepto algunos miembros de mi familia cercana, y ninguno vive cerca de aquí, en el trabajo y en la universidad, todos me conocen como Uriel, ni siquiera las chicas me llaman Uri. No vi a nadie conocido, así que seguí mi camino.

-¡Uri! -Volví a escuchar, esta vez me di cuenta de que era una voz infantil, que venia del parque, noté a uno de los niños, estaba en la parte más alta de un puente, moviendo su mano efusivamente, volteé a todos lados, no tenia sentido que uno de esos niños desconocidos me estuviera saludando, pues, aunque tengo algunos sobrinos pequeños, ninguno de ellos vive en la ciudad. Seguí mi camino y olvidé el suceso por el resto del día.

Al día siguiente, sucedió lo mismo, el mismo niño me gritaba “Uri” desde lo alto de un puente, no había duda de que se refería a mí, pues me miraba a los ojos en cuanto volteaba y me sonreía haciendo señas con la mano con la intención de que fuera con él, me acerqué lo más que pude sin entrar al parque y lo vi más de cerca, su rostro me recordó inmediatamente a mi amigo Samuel.

Samuel era mi mejor amigo en la Universidad, nos graduamos juntos y hasta hicimos prácticas en la misma empresa después de graduarnos, yo seguí trabajando en ese lugar, pero el recibió una oferta en la universidad para dar clases, siempre había sido muy bueno explicando y enseñando, cuando alguno del grupo tenia una duda, en lugar de ir con un profesor recurríamos a él, pues solíamos entenderle mejor que a los profesores. Un año después de graduarnos Samuel se caso con su novia de la universidad, yo asistí a su boda, una verdadera fiesta de tres días en la playa, pero debido a nuestros horarios tan dispares de trabajo y sus actividades familiares, dejamos de vernos.

Me acerque hacia donde estaba el pequeño, pensando que se trataba del hijo de Samuel, aunque ya no éramos tan cercanos, me sorprendía no haberme enterado de que hubiera tenido un hijo, es algo que me contaría, incluso algo que subiría a sus redes sociales, un poco ofendido, le regresé el saludo al niño y seguí con mi camino.

Los dos días siguientes no fui al trabajo, pues era mi día de descanso y el siguiente fue feriado, me olvidé por completo del asunto del hijo de Samuel hasta el tercer día, en el que iba saliendo de metro, recibiendo los últimos rayos de sol de ese día cuando me puse a pensar en que me volvería a encontrar al chico, pero ahora, en vez de ir en piloto automático, andando sin fijarme en nada, caí en cuenta de que si el niño se encontraba en ese parque, sus padres deberían estar ahí, podría haber saludado a Samuel o a su esposa quien también era amiga mía, pero por otro lado, si el niño era hijo de Samuel, como es que me había reconocido, ¿Le habrían enseñado fotos mías? Caminé con un poco más de velocidad que de costumbre hasta llegar al parque de juegos, pero ahora no se escuchaba ese grito por ningún lado, me puse a buscar con la mirada al chico de entre todos los niños que estaban gritando y corriendo por ahí, pero no lo encontré, después pensé en buscar a Samuel o a su esposa entré los adultos que estaban sentados a su alrededor pero no tuve éxito, cuando estuve a punto de irme regresé la mirada porque me percate de algo muy extraño; había muy pocos adultos para la cantidad de niños que se encontraban dentro, habría tal vez unos seis adultos sentados en las bancas de alrededor pero más de treinta niños jugando dentro, además la mayoría de ellos no tendría más de cinco años de edad, por lo que no seria normal que estuvieran ahí solos. Me quedé dándole vueltas al asunto en mi cabeza durante unos minutos pero me aburrí, así que seguí mi camino como de costumbre. Pasaron tres días más sin novedad, ya me había olvidado del asunto del parque por completo, pero otra vez la escena se repitió.

-¡Uri! -Escuché, esta vez mucho más cerca, alcé la mirada para ubicar al niño en la cima del puente de donde solía gritarme, pero no lo encontré-

-¡Uri! -Volví a escuchar, esta vez la voz venia desde la reja que rodeaba el perímetro del parque, el chiquillo estaba pegado a los barrotes, sujetándose de ellos con ambas manos, cuando hicimos contacto visual me sonrió y me hizo una seña para que me acercara.

-Hola Uri, te había visto desde hace algunos días, pero no estaba seguro de que fueras tú, por eso te gritaba desde el puente, que alegría volver a verte.

El niño no debería tener más de tres años de edad, pero su forma de hablar era demasiado elocuente.

-¿En dónde están tus papás? -pregunté volteando a ver a las bancas que estaban alrededor del parque.

-Mi padre falleció hace siete años, eso lo sabes bien, y mi madre vive con mi hermana en Canadá -me dijo mientras caminábamos en dirección a la entrada del parque cada quien desde su lado de la reja.

-¿De que estas hablando?, tu papá es Samuel, mi amigo de la universidad, no tiene más de dos años desde la ultima vez que nos vimos y tu no tienes hermanas hasta donde yo sé.

-Uri, es que no te has dado cuenta de quien soy – me dijo sonriente mientras yo entraba al parque y me ponía a su altura -¡Soy Samy!

-Lo sé. Eres el hijo de Samuel y Clara, mis amigos de la universidad. -El niño empezó a reírse divertido.

-No me estas entendiendo, yo soy Samuel, tu amigo de la universidad.

Me reí bastante fuerte, mientras seguía buscando a lo padres del niño por todos lados, pensé que era una típica broma de Samuel, que le había dicho a su hijo que me dijera esas cosas mientras él se escondía en algún lado. El niño solo me miraba con su tierna sonrisa.

Nos quedamos mirando durante un par de segundos, yo estaba esperando a que mi amigo o su esposa salieran y me saludaran, pero nada de esto pasó, me empecé a poner nervioso, el niño lo notó y trato de tranquilizarme.

-relájate, sé que suena increíble, pero es la verdad, ¿Nunca haz estado arto de la vida de adulto y de la monotonía de los días, de las responsabilidades y el estrés que te va comiendo poco a poco? ¿Nunca has deseado volver a tener una vida sin preocupaciones y solo pensar en jugar como cuando eras niño?

No respondí nada.

-Fíjate en este parque, ¿no sientes una atmosfera diferente?, como si nada de lo que sucediera afuera de esta reja perteneciera aquí, ni siquiera se escucha el ruido de los autos o de la gente cuando estás aquí adentro, el aire es más puro y hasta los colores más vivos.

Puse atención a lo que el niño me estaba diciendo, efectivamente se sentía un ambiente diferente, más alegre, más colorido, más limpio.

-¿Ya te fijaste que hay muy pocos adultos y demasiados niños? -Me preguntó señalando a los pocos adultos que había sentados en las bancas.

-Eso sí que lo había notado -Le dije saliendo de el lapso de confusión que estaba experimentando.

-Bueno, entonces acompáñame -me dijo tomando mi mano con su pequeña manita. Me llevó hasta una escalera que subía hasta llegar a un tobogán multicolor que después de dos vueltas terminaba en unos grandes arbustos, había pocos niños en ese juego, tal vez porque era demasiado alto y todos los niños de ahí eran pequeños, porque el resto de los juegos estaba lleno de niños gritando, riendo, subiendo y bajando.

El niño me soltó y rápidamente empezó a subir las escaleras, yo me quedé abajo, aun sin estar seguro de que es lo que quería, cuando estuvo a punto de llegar volteó su cabeza hacia mí.

-Ven conmigo que esperas -Me gritó desde arriba siguiendo su camino.

La atmosfera se sentía cada vez más extraña, como si algo malo fuera a ocurrir, también se sentía mucho viento alrededor de ese juego, aunque no se veía que hubiera hojas o nada moviéndose con él. Me coloqué debajo de la escalera y sin pensarlo comencé a subir uno por uno los escalones detrás del chico. Al subir la mirada para ver cuanto faltaba para terminar, alcancé a ver debajo del short que usaba el chico, un blanco y esponjado pañal, se veía bastante independiente y hablaba demasiado elocuente para aun usar pañales. Llegó a la cima y yo detrás de él, se colocó frente al tobogán y después se hizo a un lado como para darme paso.

-Entra ahí, y entenderás todo de lo que estoy hablando -Me dijo señalando con su manita la entrada del tobogán.

-Sigo sin entender lo que esta pasando -Le dije con desconfianza, pero con una extraña emoción y muchas ganas de entrar en ese tobogán, aunque realmente nunca me han gustado mucho este tipo de juegos.

Me senté en el borde con los pies por delante, la luz del sol a través del plástico de colores hacia que dentro del tobogán se viera un juego de luces bastante mágico, no me dio tiempo a decidir aventarme cuando sentí sus dos pequeñas manos apoyándose en mi espalda empujándome con fuerza, me empecé a deslizar por el tobogán, las luces de colores se movían rápidamente, di varias vueltas, muchas más de las dos vueltas que desde fuera se veía, pasaban los segundos y no terminaba de caer, yo seguía deslizándome, pero en vez de sentir miedo, estaba sintiendo mucha alegría y emoción, después de lo que se me hizo una eternidad, una fuerte luz empezó a hacerse cada vez más grande y cercana, sabia que la salida estaba cerca, la luz se volvió tan deslumbrante que tuve que cubrir mi rostro y cerrar los ojos, cuando de repente aterrice de nalgas sobre un cuadro de tierra que curiosamente se sintió acolchado.

El niño ya me estaba esperando ahí, me ayudó a ponerme de pie, y en ese momento fue que lo entendí todo.

Ahora los dos éramos del mismo tamaño, yo ya no estaba usando mi traje gris de todos los días, tenia puestos unos pantalones cortos color verde y una camiseta amarilla, en lugar de mis lustrosos zapatos negros, tenia unos tenis multicolor que en vez de agujetas tenían dos cintas de velcro.

-¿Ahora soy un niño? -Le pregunté a Samuel

-Así es, al igual que todos aquí.

-¿Todos aquí son adultos convertidos en niños? -Pregunté mientras veía el resto del parque, el cual lucia mucho más majestuoso desde esa altura.

-Así es Uri, todos aquí somos niños que antes éramos adultos.

-¿Y los adultos que están en las bancas quienes son? Pregunté mientras nos acercábamos al área en donde había más niños.

-Son parejas o amigos de algunos de los que están aquí, vienen a acompañarlos, aunque casi siempre terminan queriendo ser niños también y entran al tobogán.

Samy se hecho a correr volteando la cabeza para que lo alcanzara, en ese momento todo era felicidad, nos pusimos a jugar con otros niños, a perseguirnos, a las escondidas y en todos los juegos, mi favorito fue el barco en el que fingíamos ser piratas en busca de una isla fantasma.

Después de un rato de mucho jugar y tomar agua de los bebederos me entraron ganas de orinar, alcancé a Sammy que se encontraba en el puente colgante para preguntarle en donde estaba el baño.

-¿De que hablas? -Preguntó divertido.

-Pues necesito hacer pis -respondí bailando con las piernas.

-Pues solo haz pis y ya -me dijo como si yo hubiera dicho algo absurdo.

-¿Pero cómo, así, aquí enfrente de todos? -dije sin poder aguantar mucho más las ganas.

-Uri, todos lo hacemos, para eso es el pañal -dijo mientras se bajaba un poco el pantalón, dejando ver un pañal blanco con dibujos de animales desfilando impresos en él.

Me asomé dentro de mi pantalón y yo tenía puesto uno igual, casi sin darme cuenta y porque tenia ya muchas ganas, empecé a orinarme encima, sentí el alivio de mi vejiga y como una sensación tibia iba recorriendo mis ingles y hasta mis pompis. Una vez hube terminado, Samy se echo a correr para que lo alcanzara y seguimos jugando.

El sol se empezó a ocultar y vi como los niños iban desfilando uno a uno subiéndose al tobogán al que yo me había subido horas antes, entraban como niños y salían como adultos, algunos más jóvenes, otros más viejos, pero todos con la radiante sonrisa de un niño.

Samuel y yo fuimos los últimos, las lámparas ya se habían encendido y el sol mostraba sus últimos minutos de luz para pasar a ocultarse hasta la mañana siguiente.

-¿Qué pasa si no entramos al tobogán? -Pregunte mientras subíamos las escaleras.

-No lo sé, me respondió como si yo hubiera dicho algo prohibido -Algunos dicen que si antes de que se oculte el sol no entras en el tobogán, terminas convertido en bebé para siempre, pero no como ahora, si no que olvidas todo de quien eras y vuelves a tener la mente de un niño.

-¿Cómo si murieras y reencarnaras?

-Algo así, pero sin ningún recuerdo, además que te mantendrías como niño por muchos años, prácticamente crecerías un año cada diez o veinte años, no conozco a nadie que lo haya hecho, pero eso es lo que dicen.

Samuel entró al tobogán, que, aunque ya no había casi luz del sol, por dentro seguía iluminado como si la luz emanara de dentro del túnel, lo perdí de vista y me coloqué en el borde, con las piernas extendidas, listo para deslizarme, vi los últimos rayos del sol en el horizonte, con la tentación de no entrar en el tobogán y ser un niño para siempre.

Inspirado en el cuento “Playgraund” de Ray Bradbury


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5 comentarios en “El patio de juegos”

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