El mismo trato – Parte 1

Este cuento lo escribí en octubre del 2023 para una Antología de terror ABDL editada por mi amigo Dorian Logan, la cual pueden leer en Amazon o Google Libros, se las recomiendo muchísimo.

Este cuento está basado en el sketch “Prestando la misma atención” de “El show de los once”, programa de sketches de comedia familiar de la barra de programación del canal 11 en México en el año 2006.
chica en pañales y chupete jugando

Capítulo 1 – Solo fue un deseo

Dana sale muy feliz de la escuela, acaba de clasificar para el concurso estatal de matemáticas, todos los alumnos de su grado hicieron varios exámenes hace unos días y quienes obtuvieron las más altas puntuaciones se ganaron un lugar en la competencia estatal. 

Subió al auto con su madre y su hermanito que se encontraba en su sillita en la parte de atrás.

-Mamá a que no crees lo qué pasó hoy, ¿te acuerdas del examen de matemáticas para el concurso estatal?, pues hoy nos dieron los resultados y saque la puntuación más alta de la escuela, voy a ir a la competencia estatal el próximo mes -dijo Dana con mucha energía mientras se subía al asiento del copiloto.

Su madre estaba cantando y haciendo sonidos mientras jugaba con su hijo menor que se encontraba en el asiento de atrás del auto.

-Muchas felicidades hija -dijo sin siquiera devolverle la mirada. -Tu hermanito hoy dio unos pasos solito y dijo agua, ¿verdad mi amor? -dijo con entusiasmo mientras no dejaba de darle besos en la cara al niño.

-Que alegría -dijo Dana con una sonrisa para su hermano.

Llegaron a la casa y la chica subió a dejar sus cosas en su recamara y a quitarse el uniforme de la escuela, bajo a poner la mesa para comer, su hermanito ya se encontraba en su sillita y su mamá sirvió la comida, Dana quería contarle a sus madre que tan difícil había estado ese examen y que algunos de sus compañeros no pudieron ocultar sus caras de envidia al enterarse que ella había sido la mejor de la escuela y que iría a la competencia estatal dentro de unas semanas, así como la felicitación de todos los maestros y el reconocimiento que le dieron en frente de toda la escuela, pero su madre parecía no ponerle mucha atención, estaba más ocupada alimentando al niño, cantándole y jugando mientras hacía el avioncito con la cuchara. Dana quería mucho a su hermanito, desde que llegó a sus vidas desde hace poco más de un año se convirtió en la alegría de la casa, le gustaba mucho jugar con él, cuidarlo, cantarle canciones y a veces le ayudaba a su mamá a bañarlo y cambiarlo, pero desde hacía un tiempo se había dado cuenta de que sus padres ya no le ponían tanta atención a ella como antes.

Ya no le preguntaban cómo le había ido en la escuela ni salían con ella a jugar al parque, también hacía mucho tiempo que no la llevaban al cine o a museos, antes cada fin de semana salían a un lugar interesante, pero en los últimos meses no iban a casi ningún lado, pues en los cines y museos no es prudente ir con un niño tan pequeño, al principio Dana lo entendió perfectamente y no le importaba, pero cuando le pidió a su padre que la llevara a ver una película al cine y este le respondió como siempre que no podían ir porque su hermanito era muy pequeño para una sala de cine, a ella se le ocurrió decirle a su padre que su madre se podía quedar con su hermanito en casa y que él podría llevarla solo a ella al cine, esto molestó a su padre y le dijo que no podía excluir a su hermanito, que todo se tenía que hacer en familia.

Así pasaron las semanas y Dana notaba cada vez más como sus padres ya no la trataban igual, antes su padre jugaba mucho con ella, pero ahora todo ese tiempo se la pasaba con su hermanito, su madre ya no se interesaba tanto por sus cosas. A veces se sentía invisible.

El día de la competencia de matemáticas sus padres fueron a verla competir, pero casi al inicio del evento su hermanito empezó a llorar porque estaba muy incómodo por el ruido y el calor que ahí había, sus padres salieron y se regresaron a su casa y solamente su madre regresó por Dana cuando había acabado la competencia.

Esto la entristeció mucho, no estaba enojada con su hermanito, ella lo quería mucho, pero no entendía porque sus padres ya no le prestaban atención. 

La tristeza le duró muy poco, pues llegó su fecha favorita, Halloween, a ella le encantaba disfrazarse y junto a su mejor amiga Susy, salir a pedir dulces, Dana ya iba en secundaria, y muchos de sus compañeros y compañeras ya no solían disfrazarse para pedir dulces, más bien organizaban fiestas en donde había alcohol, pero a Dana le encantaba salir a pedir dulces con su disfraz, sus padres y su mejor amiga.

Su madre siempre la ayudaba a hacer su disfraz, ese año se disfrazaría de Alicia, del libro “Alicia en el país de las maravillas” desde hace meses su padre le había comprado un vestido idéntico al del personaje, solo tenía que hacer un par de artículos como una cinta para el cabello y algunos encajes. Ella tuvo que hacer sola sus arreglos, pues su madre estaba muy ocupada haciendo el disfraz de su hermanito, era muy importante para ella pues sería su primer Halloween. Hacer el disfraz de Halloween con su madre era algo muy importante para Dana y estaba muy triste de ser ignorada completamente por su madre. 

Salió triste a pedir dulces ella sola, pues su madre aún no terminaba el disfraz del niño, Dana no quiso esperar pues sabía que los buenos dulces suelen acabarse rápido, y conociendo al niño, probablemente no despertara hasta la mañana siguiente. Les dijo a sus padres que en cuanto despertara el bebé, le llamaran para regresar y salir todos juntos.

 En el camino se encontró con Susy, quien la vio triste, Dana le conto todo lo que había estado sucediendo en los últimos meses, caminaron sin darse cuenta que se estaban alejando mucho de la calle y llegaron a una calle cerrada, oscura y muy alejada. Como casi no llevaban ningún dulce recolectado, pues Dana se la había pasado llorando y Susy consolándola, fueron a tocar a la puerta de la casa del final, estaba iluminada y adornada de Halloween así que no les dio miedo tocar, al abrir la puerta salió un hombre, muy grande pero con cara amable, tenía un disfraz de mago y una varita mágica, vio que Dana tenía los ojos llorosos y le preguntó que si todo estaba bien, Dana no le quiso contar sus problemas a un extraño por lo que le respondió que sí, el mago sabía que esto era mentira y para alegrar a la niña le dijo que le daría algo que la pondría muy feliz, entro a su casa y saco un pequeño gatito de peluche color gris, el hombre se lo entrego y los ojos de Dana se iluminaron ,ella siempre había querido un gatito de verdad, pero sus padres no la dejaban, el mago le dijo que ese era un gatito mágico y que podría hacerla muy feliz, que si le pedía un deseo justo a media noche él podría concederlo, Dana rio pues sabía que los gatos mágicos no existen pero aun así agradeció el regalo. 

Después de un rato regresó a su casa, la noche había sido mucho mejor pues juntaron muchos dulces y Dana estaba feliz con su gatito de peluche, nunca había podido tener mascotas pues su padre era alérgico a los animales, y aunque tenía varios muñecos de peluche, ese gatito se veía muy real, incluso tenía el peso de un gatito real y hasta se sentía calientito como si estuviera vivo.

Dana entró a su casa y vio que no había nadie, seguramente sus padres habían salido con su hermanito a pedir dulces y aun no regresaban, ella les había pedido que la llamaran para salir con ellos pero no lo hicieron, sacó su teléfono para ver si tenía alguna llamada perdida o algún mensaje pero no había nada, al entrar en la aplicación de mensajes vio que su madre había publicado algunas fotos en sus historias, lo abrió y vio varias fotos de sus padres con su hermanito pidiendo dulces, se habían olvidado de ella por completo, se fue a su habitación y empezó a comer los dulces, estaba muy triste, se quedó abrazando a su gatito y lo único que pensó fue que quería recibir el mismo trato que le daban a su hermanito. 


Despertó con lagañas en los ojos debido a que había estado llorando hasta quedarse dormida. Al abrir los ojos todo era borroso así que se limpió las lagañas y empezó a ver las figuras del rededor. Despertó algo desconcertada pues la luz de la habitación era la misma de siempre, pero todo era diferente a la noche anterior. Lo primero que vio fue un grupo de muñecos de peluche colgando sobre ella, eran animales pequeños que estaban sujetos con un cordón a una pequeña estructura de plástico, alrededor de su cama había barandales blancos como de un metro de altura, si se ponía de pie le llegaban más o menos a la altura del pecho, la cama era del mismo tamaño de siempre, pero las cobijas eran diferentes, eran blancas con rosa y dibujos de animales, eran muy suaves, mucho más suaves que sus cobijas anteriores. Después de analizar todo sintió algo de miedo, como había llegado hasta ese lugar, se levantó para asomarse por la ventana y se dio cuenta que era la misma vista de siempre, el jardín de la casa y la misma calle de toda la vida, el auto rojo de su vecino de enfrente con el mismo golpe en la parte de atrás, el mismo tope pintado de rayas blancas y amarillas y los mismos cables de electricidad y teléfono colgando de los postes dispersos a lo largo de la banqueta. Definitivamente se encontraba en su casa, en su habitación, pero todos los muebles habían sido cambiados.

Las paredes eran color morado y rosa en tonos muy suaves, había una cenefa con dibujos de animalitos en colores suaves también, en el suelo había un tapete de colores junto a la pared un pequeño mueble con varios juguetes, su armario seguía siendo el mismo pero su escritorio con su computadora y su silla ya no estaban ahí, tampoco los posters que adornaban la puerta y las paredes.

Al ponerse de pie sobre la cama para ver por la ventana las cobijas que la cubrían se cayeron y una pequeña brisa la hizo sentir un poco de frío, lo que provocó que sintiera ganas de orinar, antes de poder pensar en salir de la cuna e ir al baño a hacer pipí, las ganas se desaparecieron y en su lugar la sensación de estar orinando se hizo presente, sintió como la pipí iba saliendo y ella no podía hacer nada para detenerlo, rápidamente bajó su vista para revisar el desastre que estaba a punto de provocar en su pijama y sobre sus cobijas pero la mancha de humedad esperada nunca se mostró aunque ella claramente seguía sintiendo el chorro tibio saliendo de su cuerpo. Mientras la pipí seguía su camino ella se llevó la mano a la parte de enfrente de su pijama, la cual notó que no era una pijama que ella tuviera antes, era linda, color azul celeste, de una sola pieza con un cierre que iba desde el cuello hasta el tobillo derecho, al palpar la parte de enfrente para buscar los indicios de la humedad se topó con algo abultado, acolchado y tibio, la sensación la llevó inmediatamente al recuerdo de cuando ella le revisaba el pañal mojado a su hermanito para cambiarlo.

Una vez hubo terminado de salir toda la orina, quiso revisar el pañal que sospecho que traía puesto debajo de la pijama, desabotono el broche del cuello para poder liberar el cierre pero justo en ese preciso momento escucho que alguien estaba abriendo la puerta de su recamara, rápidamente se volvió a acostar y meterse debajo de las cobijas, estaba asustada, no sabía porque estaba pasando todo eso, o siquiera que es lo que estaba sucediendo.

Se volteo del lado opuesto a la puerta y se cubrió por completo con la cobija, escucho como se abría la puerta y el sonido de actividad matutina se colaba hasta sus oídos, identificó claramente el sonido de su papá escuchando las noticias y el aroma del café que él siempre bebía en las mañanas, los pasos de quien había abierto la puerta se iban acercando y noto el aroma inconfundible de su mamá, lo cual la tranquilizó de inmediato, ese aroma había hecho que los sentimientos de miedo o incertidumbre se esfumaran por arte de magia y ahora lo que sentía era alegría y paz.

-Buenos días pequeña -Dijo la madre mientras quitaba las cobijas con suavidad.

Dana intentó hacerse la dormida, pero una involuntaria sonrisa en su rostro la delató.

La madre comenzó a darle besos por todo el rostro y el cuello, luego le acarició el cabello y le hizo cosquillas en la pancita. Dana se rió con fuerza y movió sus manos para intentar quitar a su mamá, después de unos segundos de juego la madre abraza a su hija y la carga, levantándola y poniéndola de pie en la cuna, la tomó de las pompis y la cargó llevándola hasta el mueble cambiador que está a un lado de la cuna. El cual, al igual que la cuna que tenía el tamaño de una cama normal y los barrotes eran mucho más altos que los de una cuna para bebés, este igualmente era mucho más grande que un cambiador para bebés común. Dana no se sorprendió demasiado de que su madre la estuviera cargando con facilidad, pues su madre era bastante alta y fuerte, al igual que su padre, de hecho, Dana siempre se había preguntado porque su cuerpo no era como el de sus padres, pues ella era de las más bajitas del salón y siempre había sido muy delgada y ligera. Le comenzó a desabrochar el cierre desde el cuello hasta el tobillo, Dana se sonrojó un poco, desde hace mucho tiempo que su madre no la ayudaba a cambiarse de ropa y mucho menos la veía desnuda, aunque Dana no se había desarrollado como el resto de las chicas y sus pechos aún eran pequeños, ya solía usar corpiño, pero aun así le estaba dando vergüenza que su mamá la viera desnuda, cuando le abrió la pijama completamente pudo ver lo que había evitado que mojara su pijama, un pañal blanco con diseño de la patrulla canina, estaba sujetado a su cintura, este se veía ligeramente amarillento por el frente y claramente abultado, el rojo de su rostro subió en intensidad, ella quería decir algo pero su mamá actuaba con tanta naturalidad que no alcanzo a pensar en algo para defenderse, además que se sentía muy segura y protegida con su mamá ahí cerca, dándole cariños y besitos.

Mientras le retiraba el pijama, Dana estaba tratando de asimilar todo lo que estaba sucediendo, de pronto ella se había convertido en una bebé, como su hermanito, pero su cuerpo seguía siendo el mismo cuerpo de una adolescente, pero todo a su alrededor decía que ella era una bebé. Se sentía muy feliz y segura, algo que desde hace tiempo no experimentaba, su madre la estaba tratando con mucha atención y cariño y eso no lo cambiaría por nada, pero el usar pañales y mameluco era demasiado. Intentó decirle a su madre que ella podía vestirse sola pero las palabras no salieron como ella se lo esperaba.

Yo uedo vetirme soita mami -era lo que se alcanzó a entender cuando intentó comunicarse con su madre.

-Sí nena, tú vas a vestir solita cuando seas más grande -dijo la mujer terminando de quitarle el mameluco y acostándola en el cambiador.

Dana estaba atónita, ella claramente había querido decirle algo a su mamá, pero las palabras no las podía articular con claridad, era como si algo le estorbara en la boca, o como si su cerebro no se estuviera comunicando con su lengua de manera adecuada. Intento decir otra frase, pero pasó lo mismo, las palabras no se lograban entender con claridad y su madre dio otra respuesta simple para tranquilizarla.

Dana se acostó en el cambiador y su madre desprendió las cintas del pañal, rápidamente intentó detenerla sosteniendo la parte delantera del pañal antes de que pudiera bajarla y descubrir sus genitales, pero su madre con el mismo tono de juego y ternura le retiró fácilmente las manos, le sostuvo ambas manos con una sola mano y con la otra le bajó la parte delantera del pañal.

-Hiciste mucha pipí mi amor, de milagro no se salió del pañalito, creo que vamos a tener que ponerte un pañal más absorbente para las nochecitas y que no vayamos a tener un accidente -dijo mientras le levantaba las piernas para retirar completamente el pañal.

Dana estaba roja de vergüenza, lo único que pudo hacer fue cubrirse la cara mientras su madre terminaba el trabajo, con toallitas húmedas le limpió toda la zona y el culito, le puso crema y talco, después le colocó otro pañal debajo de las nalgas y lo cerró firmemente con dos cintas de velcro, una vez colocado el pañal la levantó del cambiador y le puso una blusa gris con encaje rosa y el dibujo de una bailarina en la parte de enfrente, la tomó de las axilas y la levantó, pasando una mano debajo de su pañal y tomando el pañal mojado que le acababa de quitar hecho bolita con la otra y tirándolo a la basura.

Al estar cerca de su mamá, siendo cargada, de nuevo la felicidad regresó a Dana, ya no sentía vergüenza, aunque estuviera desnuda de la cintura para abajo, usando solamente un pañal y una blusa.

Bajaron por las escaleras y llegaron al comedor, que era el mismo de siempre, pero en lugar de la sillita alta de su hermanito había una un poco más grande, en la cual Dana fue depositada sin demora y después de ajustarle un cinturón y colocar la charola enfrente de ella, su mamá se dirigió a la cocina y su papá se levantó del sillón y se dirigió directamente hacia ella.

-¿Cómo durmió mi princesa eh? ¿Cómo durmió la nena de papi? – le decía mientras le daba un beso en la frente.

Ahora el aroma de papá se hacía presente, era una mezcla de café con perfume y espuma de rasurar, era el aroma más delicioso del mundo para Dana después del aroma de su mamá que era más bien como crema corporal y perfume de rosas con un poco de spray para cabello. Otra vez un sentimiento de seguridad y alegría inundó su cuerpo y comenzó a reír involuntariamente mientras su papá jugaba con ella haciendo ruidos y tocando su rostro.

Mamá puso un plato hondo en la charola con una pasta blanda la cual no se veía para nada apetitosa, puso un vasito entrenador con jugo enfrente y unos pedacitos de pepino sobre otro pequeño plato, le dio una cuchara de plástico que tenía un mango más grande de lo habitual y después le colocó un babero en el pecho con un dibujo de jirafa.

Papá puso la comida de mamá y él en la mesa y empezaron a comer, Dana tomó la cuchara para comer la pasta del plato pero era un poco difícil sostenerla de la manera correcta, primero pensó que sin querer la estaba sosteniendo con la mano izquierda, verificó que la estaba tomando con la derecha como siempre, era difícil tomar la comida con la cuchara y después llevarla hasta su boca, la mayoría de las veces fallaba pero una que otra vez lograba introducir la cucharada dentro de su boca, el sabor no era para nada desagradable y siguió intentando usar la cuchara hasta que desistió y comenzó a usar directamente ambas manos, papá y mamá comían con normalidad y de vez en cuando cruzaban una sonrisa con ella, cuando se dio cuenta del desastre que estaba haciendo sobre la charola le preocupó que la regañaran como siempre lo hacían cuando accidentalmente ensuciaba algo, pero esto no sucedió, seguían sonriéndole mientras comían.

Dana término toda la comida y el jugo, sus padres seguían comiendo, ella quería bajarse de la sillita para ir a ver televisión, pero no podía quitar la charola ni desabrochar el cinturón, esperó a que papá terminara de comer y en cuanto se levantó para dejar los platos sucios en el fregadero Dana levantó sus manos hacia él en señal de que la liberara de su prisión.

Papá dejo los trastes y le quitó el babero, con el mismo babero le limpio la boca que estaba llena de pasta y con una toallita húmeda le limpio las manos y el resto de la cara, después desabrochó el cinturón y quitó la charola, la levantó como lo hizo su madre la primera vez y mientras la movía de arriba a abajo la colocó en medio de la sala, dentro de un corral que era lo suficientemente grande para que ella cupiera con holgura.

Dentro del corral había varios juguetes y muñecos de peluche que de pronto se le hicieron muy interesantes a Dana, se acercó a ellos y empezó a jugar. Todavía tenía que averiguar qué estaba sucediendo, porque de pronto no podía hacer cosas tan simples como tomar una cuchara o hablar correctamente, incluso cuando tuvo ganas de hacer pipí no pudo sostenerlo por mucho tiempo, o por nada de tiempo en realidad, pero su cuerpo seguía siendo el mismo, estatura, peso, todo, aunque los muebles para bebés como el cambiador, la cuna, el corral o la sillita alta estaban hechos a su medida.

Continuara.


Este cuento lo escribí en octubre del 2023 para una Antología de terror ABDL editada por mi amigo Dorian Logan, la cual pueden leer en Amazon o Google Libros, se las recomiendo muchísimo.


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