Campamento – Parte 1

Parte 1

chico en pañales frente a una cabaña en el bosque

Era el chico nuevo de la escuela, todos ahí ya se conocían de años anteriores excepto a él, pues Damián había entrado a mitad del curso. Era una escuela más grande que la anterior y más bonita también, tenía un montón de salones llenos de computadores y pizarrones inteligentes, había canchas para diferentes deportes, jardines, cafetería y hasta una alberca enorme.

Los chicos de su salón eran agradables y rápidamente pudo hacer amigos, pues Damián no era un chico tímido, sus nuevos amigos lo ponían al tanto de todas las cosas geniales que había en la escuela, el club de robótica, los torneos de futbol, las ferias de fin de curso, etc. Pero por mucho, lo más divertido e importante era el campamento de primavera.

Todos los años, se organizaba un campamento de una semana de duración, lleno de juegos, pesca, actividades y fogatas, los chicos se acomodaban en cabañas por grupos y podían quedarse despiertos hasta tarde contando historias de terror, era lo mejor del mundo.

Damián estaba emocionado, todas aquellas cosas nuevas parecían estupendas, se inscribió al equipo de futbol y al taller de baile, sus profesores eran muy buenos y la escuela era increíble, le emocionaba mucho el campamento de primavera, pues cada día, se acercaba más la fecha y los chicos comentaban más y más acerca del evento. Damián estaba muy emocionado, pues siempre le había encantado jugar en el exterior y la naturaleza, su padre y él a veces hacían fogatas en el jardín y ponían una tienda de campaña, pero nunca había ido a un campamento de verdad, todo parecía estupendo salvo por un pequeño detalle; aunque ya era mayor, aun mojaba la cama.

Él sabía que no era nada grave, el pediatra le había dicho que con el tiempo se le quitaría, que muchos chicos, incluso mayores que el tenían el mismo problemita, aunque Damián no estaba completamente seguro de que esto fuera verdad, pues conocía muchos chicos de su edad, primos y vecinos y ninguno mojaba la cama y mucho menos usaba pañales para dormir como lo hacía él.

Al principio sus padres dejaban que mojara la cama sin más, pero esto significaba despertarse a mitad de la noche a cambiar las sábanas y pijama, incluso a veces le llegaba a pasar más de una vez por noche, en una de sus visitas a médico, el pediatra le recomendó a sus padres que le pusieran pañales para dormir, pues esto ya empezaba a afectar su calidad de sueño, que a esa edad es muy importante para el crecimiento y otras cosas de la salud, o por lo menos eso es lo que Damián había entendido y con ese argumento, lo convencieron para ponerse pañales todas las noches.

Al principio estaba muy renuente, se sentía como un bebé al tener que usar pañales, pero al final no pudo negociar más con sus padres y terminó rindiéndose ante esta nueva realidad.

El primer día se dio cuenta que en realidad no eran pañales como de bebé como él se había estado imaginando, pues lo que más le preocupaba es que sus padres volvieran a verlo desnudo para ponerle los pañales como a un bebé, estos más bien parecían calzoncillos normales, algo más esponjosos y con diseños de líneas o círculos, a veces le compraban unos con diseños de skate o de camuflaje, aunque el ya usaba bóxer, estos calzoncillos no parecían tan diferentes a los que había dejado de usar hasta hace apenas unos meses. Después de un par de noches de no tener que despertarse a la mitad de su sueño con el pijama empapado e incómodo gracias a su nueva ropa interior, dejó de verlos como un problema.

El día anterior al campamento, su madre le estaba ayudando a preparar su maleta, pues la escuela les había mandado una lista con las cosas necesarias a los padres. Casi terminando de echar todas sus cosas su madre le dijo:

-Son cuatro noches de campamento, te voy a empacar seis pañales, solo por si acaso.

Damián no había reparado en el problema de mojar la cama, pues desde hace tanto tiempo que usaba los pañales para dormir, así que realmente mojar la cama ya no era un problema para él, sin embargo, al tener que compartir cabaña con más niños, seguramente se darían cuenta de su situación y pese a que sus compañeros eran buenos chicos, a esa edad no dejarían escapar la oportunidad de molestar y burlarse de alguien que aun usa pañales como un bebé, él estaba seguro que sería la burla del campamento, pues un día alguien contó que uno de los chicos de su salón, aun se chupaba el dedo y eso le costó al pobre niño meses de burlas, ser el chico que usa pañales le gana al que se chupa el dedo por mucho, y no solo los chicos de su salón se burlarían de él, básicamente todos los que fueran al campamento, desde el jardín de niños hasta los chicos mayores de secundaria.

Su madre notó la cara de preocupación de su hijo, e inmediatamente le dijo que no se preocupara, que los pañales no se veían debajo de la pijama y que podía cambiarse en el baño antes de dormir, y despertarse temprano para quitarse el pañal antes de que sus amigos lo hicieran, Damián no estaba muy convencido, estaba sopesando la posibilidad de no ir a ese campamento a solo unas horas del gran día, pero sus padres lo convencieron de asistir y aun con muchas dudas, se puso su pañal como cada noche y se fue a la cama para despertarse temprano al día siguiente.

Su madre lo despertó mucho más temprano que de costumbre, pues los autobuses que llevarían a todos los niños al campamento saldrían a las cinco de la mañana, pues el lugar era algo lejano y había que aprovechar el día.

Al despertar estaba demasiado adormilado, su madre tuvo que ayudar a quitarse la pijama, cuando estuvo a punto de bajarle el pañal mojado, Damián la detuvo en seco.

-Yo me lo quito, gracias – Dijo como despertando de repente.

-Está bien mi amor, aquí te dejo otro para que te lo pongas ahorita – Le dijo su madre mientras dejaba un pañal sobre la cama al lado de la ropa que se pondría ese día.

-Pero mamá, no los uso de día, dijimos que solo me lo pondría en la noche para dormir – Respondió el chico confundido.

-Son las cuatro de la mañana, el autobús saldrá a las cinco y llegaran al campamento hasta las ocho, ¿Estás seguro de que no te quedaras dormido en el camino como te sucede siempre que vamos en el auto? – Le dijo con una mirada de incredulidad.

Damián no respondió, dejó que su madre saliera de su habitación cerrando la puerta tras de sí. Estaba en medio de un dilema. Por un lado, no quería usar pañales de día, nunca lo había hecho antes, pues cuando salían a viajes largos en carretera solían hacerlo al atardecer, pues a su padre no le gustaba para nada manejar bajo el rayo del sol, prefería hacerlo cuando estuviera anocheciendo, entre más noche mejor, pues el clima estaba fresco y no había muchos autos en las carreteras, y en esos viajes es cuando Damián se ponía su pañal, para dormir en el camino, pues ya era de noche.

Después de meditarlo, y debido a los gritos de su madre que lo llamaba desde el comedor, pues ya se le estaba haciendo tarde para salir de su casa, decidió que lo mejor era llevar el pañal durante el camino, pues las probabilidades de que alguien se diera cuenta de que usaba pañal debajo de la ropa eran muy pocas, y las probabilidades de orinarse y que alguien lo notara eran demasiadas. Antes de salir de casa pasó al baño a orinar, aunque realmente no tenía ganas, pero era lo mejor que podía hacer para prevenir cualquier situación adversa.

Durante el camino a la escuela iba muy nervioso, a cada rato le estaba preguntando a su madre si se veía el pañal bajo su ropa, ella siempre el respondía con una sonrisa diciéndole que no se notaba nada, que estuviera tranquilo.

Al llegar y ver los enormes autobuses estacionados a fuera de la escuela, sentir el clima fresco y a sus amigos arrastrando sus mochilas y cobijas tras de sí, se le olvido por completo el asunto del pañal y la emoción del campamento volvió a ocupar sus pensamientos.

Subieron en orden al autobús, y al avanzar las risas y cuchicheos inundaban los asientos y pasillo del vehículo, poco a poco el ruido fue bajando mientras los niños se iban quedando dormidos uno a uno, pues la mayoría de ellos había dormido menos de lo normal al levantarse tan temprano.

Durante todo el camino en el autobús iba nervioso, era muy temprano y el camino era largo, la mayoría de los chicos ya iban dormidos en sus asientos, pero el trató de no caer víctima del sueño, pues sabía que, si se quedaba dormido, aunque sea por un rato, podía orinarse y si bien nadie había notado su pañal hasta ese momento, hasta a él ya se le había olvidado que lo traía puesto, si se mojaba sería una historia diferente, pues el pañal solía hincharse varias veces su tamaño y no estaba seguro de que pudiera pasar desapercibido.

Luchó con mantenerse despierto durante un par de horas, hasta que los consejeros del campamento que iban en el autobús empezaron a cantar y a hacer juegos con los chicos que ya iban despertando de su siesta y todos empezaron a jugar.

Damián agradeció no haberse dormido durante el trayecto, incluso sintió ganas de orinar y aprovechó para pasar al baño del autobús, nunca había entrado a un baño de autobús, la experiencia fue extraña, pues el lugar se movía demasiado, y aunque se salpicó un poco el pantalón, no era nada demasiado evidente.

Al llegar al lugar todos los chicos bajaron en orden, lo primero que hicieron fue acomodarse en las cabañas por grupos, tardaron más o menos una hora en todo esto, pues eran muchos niños. Llegó el turno del grupo de Damián. El prefecto mencionaba le nombre del niño y el numero de la cabaña en la que les tocaba estar, cada cabaña tenía espacio para unos veinte niños. Uno a uno iban escuchando sus nombres y metiendo sus cosas a la cabaña asignada, cuando Damián escuchó su nombre, esperaba escuchar la cabaña en la que estaban la mayoría de sus amigos, le urgía entrar de una vez a la cabaña, para poder quitarse el estúpido pañal y ser libre de una buena vez.

Damián escuchó su nombre y el número de la cabaña, avanzó para buscarla, por mala suerte no le había tocado la misma que sus amigos, pero tal vez le tocaba con alguno de los otros niños que conocía. Al entrar se dio cuenta que en esa cabaña las camas no eran literas como el resto, si no que eran camas un poco más pequeñas, pero con barandas, como una cuna, pero un poco más bajas, también había varios muebles cambiadores de pañales y no se veía el baño por ningún lado, estuvo a punto de darse la vuelta para salir y confirmar que se había equivocado de cabaña cuando una de las maestras lo detuvo.

-Puedes dejar aquí tus cosas cielo – Le dijo la maestra mientras iba entrando con un grupo de niños de preescolar.

-Perdón, pero debe haber un error, yo soy del grupo de primero de secundaria – Dijo avergonzado mientras veía a los pequeños detrás de la maestra.

-Lo sé, pero en esta cabaña van a dormir los niños que necesitan ayuda para ir al baño, aquí los podemos atender sin mayor problema. -Le sonrió la maestra mientras indicaba a los demás pequeños en donde dejar sus mochilas con las que apenas y podían seguirle el paso.

-No te preocupes, todas las actividades las vas a hacer con tu grupo, solo a la hora de dormir vas a venir aquí, ¿Está claro?

El tono en el que la maestra había dicho esa última frase no daban oportunidad a reproches. Damián dejo sus cosas sobre una de las camas y salió corriendo de ahí, no quería que sus amigos lo vieran en la cabaña de preescolar.

Se fue corriendo hacia donde estaba el resto de su grupo, la mayoría de los chicos ya estaba afuera de sus cabañas. Por la urgencia de escapar de aquel lugar infantil, olvidó quitarse el pañal que traía puesto. Aprovecho para meterse a la cabaña en donde estaban la mayoría de sus amigos, quiso entrar al baño, pero se dio cuenta que con tanta gente entrando y saliendo del baño, cualquiera podría darse cuenta de un pañal mojado abandonado en el bote de basura, el cual estaba completamente vacío. Prefirió esperar un momento más calmado y con menos gente para ejecutar la maniobra.

En ese momento llamaron a su grupo para iniciar con las actividades del día. Los pusieron a por equipos revolviendo a todos los chicos de más o menos su edad. Su equipo quedó mixto entre varios chicos y chicas que él no conocía, pero para el final del día ya eran todos amigos.

La primer actividad, era una actividad de búsqueda. Tenían que entrar al bosque y encontrar varios objetos de una lista, el equipo que terminara primero de encontrar todos los objetos ganaba, y al ganar las actividades les daban puntos, al terminar el campamento el equipo con más puntos ganaba un premio. Damián no estaba seguro de que ganaban, pero todos estaban muy emocionados por ser el equipo ganador.

Después de estar un rato junto con su equipo buscando los objetos, uno de los monitores les dijo que quienes quisieran ir al baño fueran con él, Damián no tenía ganas de ir, además que, al ser muy competitivo, quería ser el primero en encontrar todos los objetos, y se le hacía una pérdida de tiempo ir al baño cuando estaban tan cerca de terminar la lista. Pasaron un par de minutos cuando se arrepintió de su decisión, pues le entraron ganas de hacer pis y otro equipo terminó de encontrar sus objetos antes que el de él.

La siguiente actividad era una práctica de hacer nudos, a Damián le llamaba bastante la atención pero no podía concentrarse debido a las ganas de hacer pis, le comentó a su monitor que quería ir al baño, pero este le dijo que tenía que esperar, que acababa de decirles si querían ir y él no le había dicho nada, la próxima salida al baño seria en unos minutos, uno de sus nuevos amigos escuchó su situación y le comentó que él había ido a orinar en un árbol, en un bosque y en realidad cualquier árbol sirve de baño, Damián no estaba seguro, pues aunque pudiera alejarse sin que un monitor lo viera, le daba pena que alguien pudiera ver su pañal mientras orinaba. Decidió que podía aguantar hasta la siguiente salida al baño. Cuando terminaron la práctica de nudos llegó la hora de comer.

Todos se agruparon y ordenadamente se dirigieron al comedor, estaba un poco lejos, eran unos quince minutos caminando la distancia que los separaba, avanzaron en fila a un ritmo constante, y a cada pasó que daban las ganas de orinar se hacían más fuertes, sus compañeros iban conversando y haciendo chistes, Damián casi no les ponía atención pues estaba demasiado concentrado en la urgencia de su vejiga, casi a punto de llegar, no pudo más y se le escapó un chorrito de pipí. Alarmado discretamente reviso su pantalón, no había ni rastro de lo que acababa de pasar, recordó que tenía el pañal puesto y por primera vez en su vida lo agradeció, si poder sostener más, dejó escapar el resto de pipí de su cuerpo a cada paso que daba, el tibio liquido empezó a llenar su pañal, el cual no lo traicionó y mantuvo seca su ropa, nadie sospechaba nada de lo que acababa de pasar.

Llegando a la zona del campamento, les dieron la instrucción de que fueran a sus cabañas a reportarse y lavarse las manos antes de comer. Damián llegó a su cabaña en donde ya había un par de niños y dos maestras, él se sentía muy fuera de lugar entre tantos niños pequeños.

-Bueno chicos, a lavarse las manos antes de ir a comer, si tienen que ir al baño háganlo ahora. -Les dijo la mujer dirigiéndose a todos los que se encontraban dentro de la cabaña.

-¿Damián Álvarez? – Pregunto dirigiéndose a él.

– Soy yo -Respondió tímidamente.

-Por favor entrégame tus pañales, los guardaremos en el mueble – Dijo la mujer como si fuera lo más normal del mundo que un chico de secundaría aún usara pañales – Y sube al cambiador, parece que necesitas un cambio urgente.

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