Arresto domiciliario (Libro)

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Tabla de contenido del libro


Capítulo 1: Arresto

Esta vez su tío el fiscal no podría salvarla de la cárcel

Una cosa eran el vandalismo, disturbios, robo, fraude, alteración del orden público, circular a exceso de velocidad, circular sin licencia, estacionarse en lugares prohibidos, acoso, agresión, resistencia al arresto y una innumerable lista de delitos menores que se venían escribiendo en su historial desde los doce años. Pero ahora no podría salvarse como lo había estado haciendo. Es una gran ventaja tener una madre abogada, un tío fiscal y un suegro en la política, especialmente para una delincuente juvenil como Zaira, se sentía inmune, se sabía inmune, las leyes y las sanciones aplicaban para todos, menos para ella, sin embargo, lo que sucedió aquella madrugada cambio su status quo.

Iba saliendo de un antro, completamente alcoholizada y drogada, había tomado alcohol por litros y en un intento de bajarse la borrachera, había inhalado cocaína como si fueran de esos polvitos de azúcar de colores que comen los niños. Se subió a su auto, pese al intento de persuasión que hicieron sus compañeros de parranda para que no manejara, incluso ellos sabían que esto iba a terminar muy mal.

Aceleró con destino a casa de su novio, pues si llegaba a su propia casa en ese estado, sabía que se tendría que tragar un interminable sermón lleno de calumnias, llantos y chantajes por parte de sus madres. Intentó manejar despacio, pues incluso ella sabía que no se encontraba en condiciones para manejar, era de madrugada, no había demasiados autos por la carretera, manejó sin mayor incidente durante unos veinte minutos, ella sentía que estaba manejando con normalidad, aunque para cualquier persona que viera el auto por fuera, sabría que no mantenerse en un carril por más de tres segundos, tener los limpiaparabrisas encendidos cuando no había lluvia y tener prendida la direccional izquierda durante todo el trayecto, no eran una conducción normal.

Estaba a punto de llegar a casa de su novio, en menos de tres minutos se estacionaria afuera del edificio y podría subir por el elevador hasta el departamento, para culminar la épica noche de fiesta con una buena dosis de sexo juvenil, además que podría meterse alguna otra cosa divertida, cortesía de su novio, ya que su suministro de drogas se había terminado por completo esa noche.

Tomó la última curva antes de llegar a su destino y ahí se encontró con un camión estacionado, pese a que el camión tenía todas las luces encendidas, Zaira no alcanzo a darse cuenta de su presencia a tiempo y en un intento por esquivarlo dio un volantazo hacia el carril contrario y chocó de frente con otro vehículo, las bolsas de aire se activaron y la luz se le apagó por completo, se volvió a encender unas treinta horas después, en la sala del hospital.

Contusiones y heridas menores fue el diagnóstico del médico, sorprendentemente no había fracturas ni lesiones de gravedad, los sistemas de seguridad del auto funcionaron bastante bien, era lo mínimo que esperarías de un auto como ese, regalo de su enamorado novio. Escuchó que el médico le dijo a su madre que podría darla de alta esa misma tarde, lo cual la puso contenta, su ángel de la guarda siempre protegiéndola de cualquier peligro, seguramente en su vida anterior había sido alguna clase de misionera o monja, pues todo le salía siempre de maravilla. Después de hablar con el médico, su madre se acercó a su cama, ella esperaba ya el típico sermón de que su comportamiento no era el correcto y que recibiría un castigo, castigos que nunca se cumplían, puso sus ojos en blanco para escuchar a su preocupada madre con el guion que se sabía de memoria desde que era niña, pero esta vez, por fin se cumplió algo de lo que se había estado salvando durante mucho tiempo gracias a sus ángeles de la guarda, que esta vez no pudieron hacer mucho por ella.

– Te esperan en el ministerio público, vístete. – dijo la madre sin saber si poner una cara de compasión, decepción o cólera.

Oscurecía cuando salieron del hospital, se subió al auto con su madre mientras dos patrullas las escoltaban hasta el ministerio público, lo normal sería que se subiera a la patrulla, sin embargo, aun disfrutaba de las ventajas de tener familiares influyentes. Llegaron al edificio más gris y deprimente que había en esa zona, un montón de gente entrando y saliendo, la mayor diversidad de personas, ancianos, niños, jóvenes y adultos, algunos vestidos con trajes caros y otros con trajes baratos, ropa común o algunos apenas con un zapato y un pantalón del cual quedaban pocos vestigios de tela, gente recién bañada, peinada y perfumada y otros más como ella, con sangre y golpes por toda la cara, policías armados y vendedores ambulantes arrastrados a la fuerza por vender dulces en un semáforo, todo un popurrí que resume el lado de la sociedad que no solemos ver.

Se sentaron en una de las largas bancas de frio metal esperando a ser llamadas, dos horas después pasaron a un cuarto húmedo y mal iluminado, con un pequeño escritorio en el que estaban sentadas varias personas con trajes baratos y olor a café y cigarro. Todo se veía tan lento y lejano, parecía un sueño, a lo mejor su cerebro aún se encontraba un poco inflamado y no podía entender bien lo que estaba sucediendo. Ella no dijo nada durante las cuatro horas en las que estuvo encerrada en esa pequeña oficina, no era la primera vez que la arrestaban, pero si la primera que pasaba más de diez minutos detenida, siempre se había salido con la suya en cada una de las ocasiones en la que la policía la había arrestado o había intentado hacerlo, esta vez nada la pudo salvar, el incidente fue tan mediático que sus ángeles de la guarda no se podían arriesgar más por ella. Afortunadamente no había matado a nadie, gracias a los médicos y paramédicos que atendieron a las víctimas, pero si había dejado a dos personas con lesiones de gravedad y una de ellas había perdido una pierna.

Doce años de prisión fue la sentencia.

Al escuchar esto, Zaira se derrumbó, no había pisado la cárcel nunca, pero por el trabajo de su madre y su tío había escuchado muchas historias al respecto, violencia, abuso, violaciones, golpizas, hambre, trabajos forzados y un sin número de etcéteras que la aterraban, no pudo ni echarse a llorar, todo parecía como una realidad alterna de la que pronto despertaría.

Después de algunas negociaciones, tráfico de influencias y sobornos llegaron a un acuerdo: Medio millón de pesos de indemnización a las víctimas y un año de arresto domiciliario con opción a libertad condicional después del primer año si tenía un buen comportamiento.

Zaira aún seguía procesando lo que estaba pasando, sin duda un año encerrada en su casa sonaba como al premio mayor de la lotería comparado con doce años de prisión, sin embargo, no contaba con que, en algún punto de su premio mayor, desearía estar en la cárce.

De regreso a su casa se quedó dormida en el auto, sus madres estaban destrozadas, estuvieron a punto de perder a su hija en un accidente de auto y después, de verla en prisión durante doce años, todo en un mismo día, se recriminaban a ellas mismas el comportamiento antisocial de su hija, el cual lo había presentado desde los doce años y ellas por ser complacientes nunca la habían castigado o regañado de verdad, al principio culpaban de su comportamiento a los genes de sus padres biológicos, sin embargo desde hacía tiempo que se habían dado cuenta que la falta de atención, la complacencia y la falta de límites que habían ejercido desde la adolescencia sobre su hija, fue lo que las llevó a aquel escritorio durante cuatro horas.

Cualquier persona podría pensar que lo mejor que podían haber hecho es dejarla en la cárcel, que aprendiera a comportarse con un régimen de disciplina como el que se tiene ahí, sin embargo, lejos de readaptar o reformar a las personas, la cárcel las vuelve peores, es la escuela criminal perfecta, entras por hurto menor y egresas sabiendo a asesinar, traficar y extorsionar, aprendiendo de los mejores maestros; tus compañeros de celda.

Por eso aprovecharon sus influencias para que Zaira no pisara la cárcel, pero el tenerla en casa encerrada durante un año sería un infierno para ellas, una chica sin respeto a las normas y con desprecio a la autoridad las volvería locas, incluso se imaginaban las peores cosas que podrían suceder. No podrían solas con esto, necesitarían la ayuda de una vieja amiga, experta en casos difíciles.

Carmen y Lorena, las madres de Zaira conocieron a Abigail años atrás por asuntos del trabajo, Abigail era una psiquiatra y terapeuta con mucho éxito, pero con un perfil bajo, pues no siempre sus tratamientos eran vistos con buenos ojos, sin embargo, nadie podría negar jamás de sus resultados.

Las dos mujeres expusieron el caso de su hija, de todo el historial de delitos menores y del comportamiento antisocial de la chica, de cómo se había salvado de ir a prisión y que ahora estaría en arresto domiciliario, querían saber cómo controlarla, pues si se encontraba encerrada en su casa, ella tomaría el control y sería un año de tormento y tiranía para sus madres.

Abigail escucho atentamente, sin duda era uno de sus casos más difíciles, pero ningún caso es imposible, les dijo a las mujeres que estaría diseñando el programa de reformación y que en dos días les entregaría un documento con instrucciones claras de todo lo que debían hacer, y que esto se tenía que cumplir al pie de la letra o no daría resultado, las mujeres agradecieron su ayuda. Después de escuchar a grandes rasgos de que trataría el programa, tuvieron sus dudas, pero después de un par de horas, salieron convencidas de que era la única manera de obtener los resultados deseados y poder sobrellevar ese tormentoso año, y sobre todo, de tener una posibilidad para reformar a su hija.

Tres días después de su salida del hospital, Zaira se encontraba mucho mejor, la inflamación había bajado casi por completo y ya no tenía dolor. Ese día era la cita con su oficial de arresto domiciliario, le leerían sus derechos y obligaciones y le pondrían un brazalete en el tobillo, el cual mandaría una alerta si salía de su casa, si lo hacía, su condena cambiaria y tendría que pasar sus doce años en la cárcel, Zaira estaba confiada, no encontraba un mejor castigo que pasarse todo el día de vaga en la cama, con internet, en su teléfono, viendo series y películas y teniendo sexo con su novio, nada de escuela, nada de responsabilidades, solo un buen año sabático, dentro de su casa.

Por la tarde llegaron tres personas a su casa, su madre abrió la puerta y entraron a la habitación de Zaira, un técnico le colocó el brazalete y durante todo ese tiempo Zaira no paro de acosarlo con comentarios sexuales que lo sonrojaron e incomodaron como nunca había sentido, sin duda Zaira era una experta en la manipulación. El joven técnico tardó el doble de tiempo en colocar el brazalete debido a su nerviosismo, después de activar y probar el brazalete, la madre de Zaira le dio otro brazalete que le colocó en el otro tobillo. El oficial le explicó sus derechos y obligaciones, así como el funcionamiento del brazalete, la única área que estaba permitida era su casa, fuera de ahí tenía dos metros más de tolerancia en los que el dispositivo emitiría una alerta auditiva para avisarle que estaba fuera del límite, después de esos dos metros se enviaba una alerta a su oficial de arresto domiciliario quien iría a buscarla, estas faltas podrían llevarla a la cárcel o aumentar su condena. La única excepción serian las visitas al médico y al juzgado a las que iría para ser evaluada con un examen antidopaje y uno psiquiátrico, ya que también tenía prohibido consumir drogas y alcohol. Zaira escucho todo con los ojos en blanco, sin prestar atención a lo que le decían y con una actitud retadora, sin dejar de insultar a los policías y con el mismo acoso al joven técnico, le dijeron también que intentar romper el brazalete aumentaría dos años más a su condena y que incluso podrían reducir el área de libertad a solamente su cuarto si así lo consideraban. Zaira aparentaba desprecio e indiferencia a todo lo que escuchaba, sin embargo, por dentro estaba muy asustada.

Capítulo 2: Sentencia

Carmen y Lorena recibieron un documento con todas las indicaciones que Abigail les había mandado, ellas le habían pedido que fuera a encargarse de su hija como era la terapia normal, sin embargo, la terapeuta saldría del país durante algunos meses. Abigail les había hablado de la terapia a grandes rasgos y de algunos de sus casos de éxito, pero en el documento detallaban paso a paso todo lo que debía hacerse, se asustaron un poco con algunos de los castigos y uso de la fuerza, sin embargo, sabían que era la única opción, esa noche del accidente tuvo suerte, pero si seguía así, probablemente se mataría ella o mataría a alguien en algún momento, y no querían que llegara ese día.

“Los adolescentes y adultos jóvenes con comportamiento antisocial suelen ser un caso perdido, los llamados Centros de readaptación social nunca han readaptado a nadie. La persona que no se encamino desde la primera infancia es poco probable que pueda encaminarse en una edad avanzada como la adolescencia o la adultes temprana como suelen pretender muchos padres. Por eso la terapia que se describe a continuación suele obtener mejores resultados que las prisiones, pues llevamos al individuo a esa etapa de la vida, en donde se aprenden las actitudes y valores deseables para cualquier ciudadano.”

Este era el primer párrafo que se podía leer en el documento que recibieron de Abigail, leyeron el resto de páginas y escribieron una lista de compras, había que hacer ciertas remodelaciones a la casa y comprar algunos artículos que pensaron nunca más tener que comprar.

Zaira debería estar fuera de casa, por lo menos un día completo, para poder llevar a cabo la remodelación de su recamara y otros espacios de la casa        , por eso las mujeres aguardaron dos días hasta que fuera la siguiente cita de Zaira en el médico. La chica seguía bastante adolorida por todos los golpes, y debido a las medicinas para el dolor solía estar en cama y dormida casi todo el tiempo, esto era un alivio para sus madres, pues Zaira solía ser insoportable casi todo el tiempo, y más cuando intentaban castigarla. El tercer día, Carmen llevó a su hija al médico desde temprano, minutos después de que salieron de casa, llegaron los trabajadores con todo el mobiliario, Lorena les dio entrada y todas las indicaciones, no había ni un minuto que perder, pues Zaira no estaría fuera de casa más tiempo del necesario.

La cita era hasta el mediodía, pero Carmen fingió haberse confundido para salir al hospital lo más temprano posible y dar más tiempo a Lorena para las remodelaciones. Al llegar al hospital, Zaira enfureció al enterarse que la cita era hasta dentro de dos horas y descargo una serie de insultos contra su madre, esta los ignoró como ya era costumbre, una hora después, Zaira quedo dormida en su asiento hasta que la enfermera las llamó.

En el consultorio le hicieron varios exámenes por lo que tuvieron que esperar algunas horas al resultado del laboratorio, Zaira estaba vuelta loca por tanta espera, pero Carmen agradecía su suerte, más tiempo fuera significaba más tiempo para que Lorena y los trabajadores terminaran con los preparativos.

En casa, Lorena estaba dando indicciones de dónde colocar cada cosa, la habitación de Zaira estaba siendo completamente transformada. Para empezar tiraron el muro que la separaba de la habitación contigua, era una habitación que estaba vacía, la habían planeado para huéspedes pero en realidad nunca la amueblaron, colocaron papel tapiz con motivos infantiles en ambas habitaciones, que ahora se habían convertido en una sola habitación enorme, colocaron una suave alfombra en todo el suelo, una cuna tamaño adulto, así como un mueble cambiador, una mecedora y un armario nuevo, sacaron su escritorio, computadora y televisión y remodelaron completamente su baño.

En la sala de estar pusieron un corral desmontable, cambiaron las cerraduras de todos los baños de la casa por chapas inteligentes que solo se abren con huella digital. En el jardín pusieron algunos juegos infantiles como resbaladilla, columpio y carrusel tamaño adulto, en la cocina una sillita alta de madera extra grande con correas reforzadas y seguros.

Después de una larga espera por fin les entregaron los resultados de laboratorio, todo estaba en orden, Zaira ya se sentía mucho mejor, el dolor muscular seguía, pero los analgésicos eran suficientes para aliviarla, aun no se acostumbraba a los brazaletes de los tobillos y a cada rato se los estaba moviendo, quería arrancárselos, pero la idea de ir a la cárcel si lo hacía, o que le aumentaran cinco años más el arresto domiciliario eran suficiente motivo para no hacerlo.

Salieron de la clínica y Zaira le dijo a su madre que tenía mucha hambre, en tono sarcástico preguntó si el arresto domiciliario también incluía matarla de hambre, la madre no contestó nada, no quería premiarla con comida rápida o comiendo en un restaurante, ciertamente ella no lo merecía, pero por otro lado esto le daba un buen pretexto para mantenerse fuera de casa un par de horas más, ella estaba en continua comunicación con su esposa, quien le decía que aún no estaba terminado el proyecto, que necesitarían otras tres horas para terminar y dejar todo limpio. Fingiendo molestia le dijo que irían a comer, pero solo porque ella también tenía hambre y no porque Zaira lo mereciera.

Al pasar por la ultima puerta de salida, un hombre iba entrando, empujando una silla de ruedas, en la que iba una chica, un poco más joven que Zaira, con la cabeza vendada y un brazo enyesado, se le quedaron mirando fijamente a Zaira -o por lo menos ella así lo percibió- y esto le hizo recordar a la chica a quien dejo discapacitada al estrellar su auto, esa chica probablemente ya no podría volver a caminar nunca más en su vida, y todo por culpa de ella, por sentirse invencible y no medir las consecuencias. Trato de quitar esos pensamientos de su cabeza, pero no lo logró del todo, esos pensamientos la seguían atormentando en el camino de regreso dentro del auto de su madre.

Llegaron al centro comercial, el lugar estaba lleno de gente, esto pareció molestar a la chica, pero la madre sabía que, entre más gente, más tiempo tardarían en salir de ahí. En lugar de ir a la zona de comida y comprar algo de comida rápida, prefirió entrar a un restaurante, de esos restaurantes comerciales en donde suelen ir a comer algunos oficinistas, en donde la comida es sosa, la carta es aburrida y, sobre todo, tardan u n montón en atenderte y llevarte la comida a la mesa, justo lo que Carmen estaba buscando.

La madre primero se pidió un café en lo que miraba la carta, todo esto con la intención de hacer tiempo. Después pidió sus alimentos y cuando llegaron y lo probó, le dijo al mesero que estaba algo salado, y pidió que se lo cambiaran, esto no era cierto, pero era excusa perfecta para tardar más tiempo.

En la casa, los trabajadores ya estaban terminado todas las remodelaciones, en un trabajo normal, esto podría haber tardado una semana fácilmente, pero contrataron el triple de personas que contratarían en una remodelación normal para que quedara en un solo día. Terminaron de limpiar y aspirar todo el polvo. Lorena estaba muy satisfecha con las remodelaciones y la rapidez con la que habían hecho todo, se retiraron las camionetas y el camión de mudanzas y unos minutos después, se escuchaba el auto de Carmen entrando a la cochera.

Después de la comida, Carmen había pasado a comprar algunas cosas al mismo centro comercial, también se detuvo en la gasolinera en donde hizo lo que nunca hacía, pidió que le revisaran las llantas y los niveles, incluso compro algún aditivo y aceite para el motor. Zaira empezó a sospechar que esto ya lo estaba haciendo su madre a propósito, pero no dijo nada, pues sabía que esta seria de sus pocas oportunidades de estar fuera de su casa, por lo menos durante los próximos doce meses, pues sin contar las visitas al juzgado -que iban a ser dentro de una patrulla- no iba a poder salir del perímetro de su casa, ni siquiera podría dar dos pasos más de la puerta de entrada.

Trató de mantener la calma durante todo el día, se distraía en su teléfono y mirando la calle, que no volvería a ver en mucho tiempo. Los pensamientos de remordimiento sobre las tres personas que dejó lesionadas en el accidente la seguían atormentando, más la de la chica en silla de ruedas, quien tendría una vida diferente por el resto de sus días, seria completamente dependiente de otros, no podría caminar ni subir escaleras, tampoco hacer deporte o incluso manejar un carro, tal vez, tampoco podría ir al baño por si sola, ya que alguna vez escucho que algunas personas con lesiones en la espalda que quedan con las piernas paraliticas, pierden también la capacidad de controlar los esfínteres.

Agradeció a la vida y a sus ángeles de la guarda que a ella no le haya pasado nada más que un par de golpes, también haberse librado de la cárcel y que, en retrospectiva, estar un año de vaga en su casa no era un mal castigo después de todo, había librado la muerte y lo que es aún mejor; había librado la prisión.

Salieron de la gasolinera que estaba a un par de cuadras de su casa, al entrar a la calle vieron a algunos camiones de mudanza y un par de camionetas con material de construcción que iban saliendo de su calle, Zaira pensó que algún vecino se había mudado, y es que en los últimos meses, mucha gente se estaba mudando de esa calle, y es que la zona se estaba encareciendo demasiado debido a la gentrificación, y algunos estaban optando por mudarse a zonas aledañas más económicas, a Zaira le encantaba su calle, las casa eran bonitas y había muchos extranjeros guapos, además tanta gente se había mudado en el último año, que la mayoría ya no la conocía, así que nadie conocía su pasado de escándalos.

Los vecinos solían decir que era una delincuente juvenil, que se drogaba y se alcoholizaba, que era promiscua y hablaban mal también de sus madres por permitirle todo eso. Pero la mayoría de esos vecinos ya se habían mudado, así que los nuevos no conocían tanto sobre su pasado, además la mayoría ya ni siquiera hablaban español y al ser extranjeros a Zaira le parecía que no eran tan entrometidos con la vida de los demás.

Entrando a la casa, Carmen recibió inmediatamente una llamada del oficial de arrestos, le preguntó que si ya no volverían a salir durante todo el día a lo cual Carmen confirmó. El brazalete derecho se encendió color verde y emitió unos pitidos. Zaira no sabía que significaba eso exactamente, pero supuso que otra vez estaba configurado para no dejarla salir de casa.

Al entrar percibió olor a solventes con limpiador, no le dio mucha importancia, pero al abrir la puerta de su habitación, quedo completamente confundida.

Capítulo 3: Prisión

Al entrar a la habitación, lo primero que pensó es que se había equivocado de casa, no tenía mucho sentido pues cuando entró, el primer piso era exactamente igual a su casa, además que ahí dentro, las había recibido Lorena, todo estaba bastante normal, pero la recamara que estaba viendo no correspondía para nada con lo alguna habitación en la que hubiera estado antes, y mucho menos dentro de su propia casa.

Dio un rápido vistazo a la habitación que era enorme, si su recamara ya era grande por si sola, ahora con la adición de la habitación contigua el espacio era mucho mayor, el papel tapiz era demasiado infantil y había una cuna enorme ahí dentro. Pensó que se trataba de algún tipo de broma de parte de sus madres, al dar la vuelta para exigir respuestas empezó un fuerte alegato.

-¿Me pueden explicar qué demonios significa esto? -gritó con el rostro hecho furia.

Ambas mujeres se mantuvieron de brazos cruzados sin responder nada.

-Respondan de una maldita vez, no sé a qué quieren jugar, pero yo no voy a jugar, devuelvan mis malditas cosas a su lugar si saben lo que les conviene.

Antes de terminar la frase, sintió como un calambre le recorría toda la pierna izquierda, desde el tobillo hasta la cintura, por poco pierde el equilibrio, se agachó por el dolor y cuando levantó la mirada vio como Lorena oprimía un botón en un pequeño dispositivo que tenía en la mano, el aparato no era más grande que un encendedor y tenía un par de botones en la superficie, la mujer volvió a oprimir el botón, Zaira volvió a sentir el calambre, se escuchó un leve zumbido al mismo tiempo que sentía como una corriente eléctrica que recorría su tobillo y terminaba en su nalga, esta vez no pudo mantener el equilibrio y cayó de lado en el suelo.

El dolor empezó a disminuir poco a poco, cuando pudo recuperar sus fuerzas se abalanzó en contra de su madre, intentando arrebatarle el dispositivo, el cual evidentemente era el causante de esas descargas eléctricas. Le agarró la mano que sostenía el control y empezó a forcejear, cuando de repente volvió a sentir otro calambre, este era mucho mayor a los dos anteriores, el sonido fue más fuerte, incluso sintió una ligera quemadura en su tobillo, la descarga la tiró de nuevo al suelo, cayendo de rodillas enfrente de sus madres.

Ambas mujeres la levantaron de las axilas y la arrastraron hasta el fondo de su habitación, en donde la dejaron sentada en un tapete sobre el suelo. Zaira las desde abajo, con ojos de odio, estaba analizando la situación, por un lado, no quería volver a sentir una descarga eléctrica en su pierna, pero por otro lado estaba furiosa, nunca había estado en una posición tan inferior, siempre podía imponer su voluntad contra sus madres, ya fuera con gritos, amenazas, insultos o chantajes, siempre le resultaba todo, pero esta vez las cosas habían cambiado.

Las dos mujeres salieron de la habitación sin voltear a ver a la joven, cerrando la puerta tras de ellas.

Zaira seguía bastante confundida, pero por lo menos ahora estaba segura de que esto no se trataba de una broma o un error, esas mujeres iban muy enserio. Se levantó del tapete con dificultad, la pierna no le dolía, pero se sentía muy débil. Como pudo, se puso de pie y fue cojeando hasta la puerta de la habitación, en donde solo para confirmar lo que ya sospechaba, intentó abrir la puerta, pero el picaporte estaba cerrado completamente, esa chapa era nueva, tenía una pequeña pantalla con números encendidos y un espacio circular como de cristal, era una chapa electrónica que solo podía abrirse con la clave o con huella digital. Enfureció.

Desde los quince años ella había aprendido a abrir puertas usando ganzúas, uno de sus amigos de la secundaria le había enseñado como hacerlo y ella se había comprado su propio juego de ganzúas por internet, era bastante buena de hecho, le tomó algunas semanas de práctica, pero no había puerta o candado que pudiera resistirse más de cinco minutos. Eso le había hecho muy popular entre su grupo de amigos, con quieres solía meterse a lugares cerrados para robar alcohol, vandalizar o simplemente para pasar el rato mientras tomaban y fumaban. Pero esa puerta no podía ser vencida con sus ganzúas.

Le dio un par de golpes a la puerta con su cabeza y después dio media vuelta, aun con la debilidad en la pierna empezó a explorar su nueva habitación. Lo primero que hizo fue ir a su nuevo armario, tenía dos altas puertas corredizas y varios cajones, también un espejo enorme de piso a techo y algunas puertas grandes en la parte superior. Intentó abrir las puertas corredizas, pero estas estaban completamente trabadas, por más fuerza que intentó hacer no había manera de abrirlas. Pasó con los cajones y sucedió exactamente lo mismo, lo curioso es que no había ningún tipo de cerradura, ningún espacio para meter una llave o algún botón o lector de huella digital. Probó con todas las puertas y cajones del armario, pero ninguno cedió.

Frustrada siguió caminando y llegó a la cuna. Esta era una cuna como la de un bebé, pero del tamaño de una cama matrimonial, las barreras eran bastante altas, llegaban casi hasta el techo, calculó que debían medir por lo menos 170 centímetros por encima del colchón, comparados con sus 155 cm de altura, eran barrotes bastante altos.

Miró entre los blancos barrotes y vio que las cobijas y almohadas tenían diseños infantiles, al mirar mejor vio que eran de su personaje favorito de cuando era niña, también las almohadas tenían fundas con el personaje e incluso había varios muñecos de peluche del mismo tema. Encima de la cuna había un pequeño colgante circular del que estaban suspendidas unas figuras de estrellas y lunas que seguramente daban vuelta al sonar una melodía.

Pasó su mano entre los barrotes y tocó la colcha de la cama, esta era suave y tenía un rico aroma, aroma a bebé, el cual siempre le había parecido agradable.

Siguió avanzando y llegó a un mueble que le llegaba más o menos a la cintura, era como otro mueble de cajones y puertas que también estaban cerrados sin ninguna cerradura aparente, la diferencia es que en la parte superior había una especie de acolchado con cobertura plástica, en la parte superior había un par de correas con broches y en la parte inferior lo mismo pero con unos bastones de metal como de 40 cm de largo, al principio no tenía idea de que era ese mueble pero pronto se hizo una idea mental de lo que significaba, prefirió no pensar en eso y siguió recorriendo.

Llegó a un librero con muchos libros, todos ellos infantiles, a un lado, una repisa llena de materiales de arte, pinturas, lápices de colores, gises y crayones, nada de eso era profesional, todos los materiales parecían sacados de un jardín de niños. También había un pequeño escritorio que se podía inclinar con una silla alta, intentó mover algo, pero todo parecía estar anclado al suelo.

El piso estaba cubierto con una suave alfombra y en un rincón había un tapete acolchado, el mismo tapete en el que sus madres la habían dejado anteriormente, alrededor de ese tapete había cojines con formas de objetos como un caramelo, arcoíris, un corazón, gota de agua, etc.

Del otro lado había un sillón, este era de esos sillones reclinables que además tenía función de mecedora, era algo grande, tal vez cabrían hasta dos personas ahí.

El último mueble era una especie de mesa para café, como esas que tienen en los hoteles y restaurantes, solo que esta no tenía ruedas y todos los cajones estaban cerrados, encima no había nada, pero en la pared con la que estaba recargada había varios contactos eléctricos, seguro era para conectar una cafetera o algo por el estilo.

Volvió a recorrer con su vista toda la habitación, la verdad es que el decorado era lindo y el ambiente agradable, el papel tapiz era color rosa, el cual le gustaba, sin embargo, los motivos infantiles hacían que lo repudiara. Pese a ser un espacio agradable, lo odiaba, lo odiaba por completo.

No hacía falta ser adivina para saber lo que sus madres intentaban hacer con ella, pero Zaira estaba dispuesta a luchar hasta las últimas consecuencias, había perdido su libertad, pero no perdería su dignidad.

Se tumbó en el sillón reclinable, necesitaba descansar, su pierna ya no le dolía, aunque el tobillo le picaba. Se reviso la piel y tenía unas pequeñas marcas rojas, parecían picaduras de insecto, pero no le daban comezón, más bien solo una pequeña molestia. Analizó ambos dispositivos. El del tobillo derecho era más grande y tenía un pequeño cubo que sobresalía, también tenía una pequeña luz verde que parpadeaba cada cinco segundos y dentro de la correa tenía un recubrimiento como de neopreno. Ese era el primer dispositivo que le había colocado aquel joven técnico de la policía con el cual se había divertido un poco, solo el recordar esa escena le había sacado una risa.

El segundo dispositivo, el de la pierna izquierda, era más delgado pero un poco más pesado, este no tenía ningún tipo de luz, también se dio cuenta que no tenía una cobertura de neopreno por dentro de la correa como el otro, más bien este tenía dos pares de círculos dorados que hacían contacto con la piel, seguramente de esos electrodos es de donde salía la corriente que le daba los calambres en la pierna.

-Esas malditas brujas- pensó dentro de sí, saben que, aunque soy más baja y ligera que ellas, se cómo pelear y podría vencerlas sin ninguna complicación, por eso me pusieron esto. Recordó un documental que vio cuando era niña, en donde a los elefantes de un circo los controlaban con bastones que emitían descargas eléctricas, y por un momento, se sintió como un animal salvaje en cautiverio.

Se recostó en el sillón e intentó sacar su teléfono, quería avisar a su novio y a sus amigas de toda aquella situación, él podría salvarla de esa prisión, incluso tal vez podrían escaparse. Busco en los bolsillos de su pantalón y alrededor de la habitación, pero no lo encontró en ningún lado. Pensó que seguramente sus madres se lo habían quitado durante su trance con las descargas eléctricas.

Cerró los ojos y después de unos segundos los abrió, tenía ganas de orinar. Se levantó y al llegar a la puerta del baño se dio cuenta que también tenía una de esas chapas de huella digital. Ni siquiera intentó abrirlo. Se recargo en la puerta y se deslizó hasta el suelo en donde se puso a llorar.

Capítulo 4: Empezar de cero

Carmen y Lorena tenían sus dudas, se habían sentido mal de tener que usar la fuerza para someter a Zaira, pero por primera vez en su vida habían sentido que ellas tenían el control de la situación y no su hija; cuando era más pequeña, las controlaba con sus berrinches y chantajes, al crecer con sus gritos y ataques de furia, le tenían miedo, temían que si la hacían enojar ella podría pegarles o irse de la casa y juntarse con una bola de drogadictos como las que solía frecuentar. Eso siempre las había paralizado de disciplinar o castigar a su hija. Con esta herramienta, ahora podían doblegarla, podían ser realmente la autoridad en ese momento.

Desde su habitación, Las mujeres podían ver todo lo que sucedía en la de Zaira, había una cámara ocultas que estaba conectada a su wifi y podían verlas en sus teléfonos o su televisión. En ese momento estaban contemplando todo el recorrido que Zaira había hecho por su habitación y observaron el momento en el que intentó entrar al baño. Sabían que en ese momento tenía ganas de orinar, era el momento oportuno para iniciar con el primer paso de la terapia. Para ese momento, la chica ya tenía que imaginarse de que iba toda esa situación, no habría que explicar nada, también sabía que no valía la pena resistirse o atacar a sus madres pues el brazalete del tobillo podía dejarla fuera de combate en cualquier momento. Las mujeres se levantaron y fueron a la habitación, abrieron la puerta poniendo su huella digital, en ese momento, Zaira se levantó rápidamente de suelo en donde se encontraba recargada de la pared del baño, nadie se dirigió la palabra. Carmen avanzó a la puerta del baño en la que colocó su dedo y esta se abrió. Zaria se le quedó mirando por unos segundos, y esta le respondió con una sonrisa, la chica entro al baño cerrando la puerta tras de sí.

Se sentó en el retrete después de bajarse los pantalones y las bragas, dejó fluir el líquido que resonaba al aterrizar contra el charco de agua, respiró profundamente, intentando analizar todo lo que estaba sucediendo, una vez terminado, se limpió con un trozo de papel higiénico, sin saber, que esa simple acción, el sentarse a orinar en el retrete, algo tan normalizado y mundano en su vida, sería algo que extrañaría durante un muy largo tiempo.

Una vez se puso de pie y se subió las bragas y abrochó el pantalón, intentó salir, pero la puerta estaba cerrada, tocó la puerta como quien quiere entrar a un lugar, pero ella lo hacía justo con la intención contraria, después de dos leves golpes a la puerta, esta se abrió, y sin dejarla salir, ambas mujeres entraron.

Zaira se quedó perpleja, la última mujer en entrar cerró la puerta tras de sí y se acercó a la bañera, la cual puso a llenar con agua tibia.

-Es hora del baño, podemos hacer esto por las buenas o por las malas, tú decides -Dijo Lorena mientras sostenía el pequeño control que activaba las descargas.

-Puedo bañarme sola, muchas gracias -respondió haciéndoles una seña con las manos para que salieran del cuarto.

-No lo creo, respondió Carmen -Has perdido todos tus privilegios, el uso del baño es uno de ellos, ahora solo nosotras podremos bañarte, así que, como dijo tu madre, por las buenas o por las malas.

Zaira intento quitarle el control a Carmen aprovechando que estaba distraída, casi lo logra, pero inmediatamente un calambre se extendió por la pierna, esta vez duró más que las otras veces, cayó al suelo sin poder controlar la pierna. Lorena había activado el brazalete desde el fondo del baño.

Carmen empezó a quitarle la ropa, la chica estaba cooperando, más por el dolor de la pierna y porque en realidad la sentía muy débil, primero le quitó la blusa por encima de la cabeza, después los tenis y las calcetas, le quitó el pantalón dejándola en ropa interior, la última ropa interior que usaría en un largo tiempo.

Después le quitó el sostén y por ultimo las bragas, Zaira no era muy tímida respecto a su desnudes, pero ahora se sentía vulnerable, aunque estaba con sus madres, nunca se había sentido así; con un botón podrían controlar cualquier cosa que quisieran.

Lorena la levantó de las axilas, era una mujer grande y fuerte, la introdujo en la bañera que ya estaba llena con agua tibia y llena de burbujas, con una regadera de mano empezó a mojar el cabello de la chica, después le colocó shampoo para bebés con aroma a miel y manzanilla y comenzó a darle un suave masaje en la cabeza. Zaira pensó que el baño iba a ser rudo e incómodo, pero estaba siendo bastante delicado y cariñoso. La chica estaba con las piernas encogidas, abrazando sus rodillas y con la cabeza agachada, el sentir en masaje cariñoso en su cabello la relajó un poco y se resignó a disfrutar.

Después de lavar y enjuagar el cabello de su hija, tomó una esponja con forma de pez en la que colocó un poco de gel de baño, comenzó a frotarla por todo el cuerpo con mucho cariño, la chica sintió la suave esponja por todo su cuerpo, al llegar a sus genitales se cohibió un poco, pero una mirada de Lorena la hizo saber que si se resistía habría consecuencias, no quería ni imaginarse lo que se sentiría esa descarga eléctrica debajo del agua. Dejó que su madre frotara cada centímetro de su cuerpo, se mantuvo dócil a todos los movimientos, la ternura con la que lo hacia la llenó de paz, tal vez sus madres no fueran las viejas brujas que ella había creído todo este tiempo.

Terminado el baño, Lorena la puso de pie y Carmen le paso una toalla con la que fue envuelta, la toalla tenía un gorro que le colocó en la cabeza, tapándole parcialmente el rostro, la mujer la levantó en brazos y la sacó del baño, Carmen se quedó recogiendo todo y Lorena puso a Zaira sobre el mueble con superficie acolchada.

La comenzó a secar con la toalla, Zaira no pronunciaba ninguna palabra, solo dejaba que esto sucediera, no se sentía tan incomoda después de todo, una vez estuvo completamente seca, la madre abrió uno de los cajones y sacó un bote color violeta, era crema corporal para bebés, con aroma a lavanda, el empaque decía que era relajante justo para antes de dormir, se colocó suficiente cantidad en ambas manos y comenzó a esparcirlo por todo el cuerpo de la chica, no dejando ni un centímetro sin humectar. Al llegar a la zona genital, la chica se incomodó un poco, pero la madre lo hizo con tanta dulzura que no le importo. Al terminar de aplicar la crema corporal, Carmen salió del baño cerrándolo tras de sí, fue al armario y de uno de los cajones empezó a sacar ropa.

Zaira no sabía cómo estaban haciendo las mujeres para abrir los cajones con tanta facilidad, si no había ninguna cerradura visible y ellas tampoco habían colocado su dedo en un lector de huellas como en la puerta de entrada o presionado algún código, simplemente estaban abriendo las puertas y cajones como si nada. Cuando ella lo había intentado ninguna puerta o cajón cedían, estaban completamente bloqueados y ahora las mujeres los abrían como si cualquier cosa.

Carmen sacó una blusa de un cajón del armario, Zaira estaba esperando ver que sacara también unas pantis y un sostén, pero lo único que sacó fue la blusa, blusa que por cierto ella no recordaba tener, pues esta era de un color muy claro, un amarillo pastel, y ella nunca usaba ropa de ese color tan vomitivo. Lorena guardó el bote de crema del cajón del que lo sacó y abriendo otro, tomó otro bote de crema más pequeño y un bote de talco para bebé. Después abrió una de las puertas laterales y sacó un paquete blanco, acolchado y de superficie suave, eso era claramente un pañal. Al ver esos productos sabía lo que significaba, intento bajarse del mueble, pero en ese momento Carmen levantó el pequeño dispositivo en el aire en tono de amenaza.

-Si eres una niña buena, mami será gentil contigo como lo ha sido hasta el momento, si no, tendremos que usar la fuerza – Dijo Lorena en tono tranquilo pero serio.

Zaira la empujo con ambos pies, la mujer casi cae al suelo, pero fue detenida por Carmen que se encontraba tras de ella. Zaira se bajó del mueble y completamente desnuda se echó a correr en dirección a la puerta de la habitación, intentó abrirla pero esta no cedía, movió la palanca hacia arriba y abajo repetidamente pero solo veía un pequeño led rojo que parpadeaba en cada intento y emitía un agudo pitido, al ver que sus intentos eran inútiles y aprovechando que sus madres estaban distraídas, corrió hacia una de las ventanas, al descorrer la cortina para intentar abrirla, se dio cuenta que había una herrería por fuera, eso no estaba ahí antes, claramente la acababan de poner como el resto de los muebles, fue a revisar las otras dos ventanas, pero estas se encontraban en el mismo estado.

Por último, intentó encerrarse en el baño como solía hacer cuando era más pequeña e intentaba darle un castigo a sus madres para que la dejaran hacer lo que quisiese, se podía encerrar horas y horas en el baño y sus madres preocupadas de que no comiera o se hiciera daño ahí dentro, siempre cedían a sus caprichos, pero la puerta estaba igualmente bloqueada. pensó entonces, apoderarse de los dispositivos que tenían sus madres, con el cual activaban el brazalete de castigo, pero para ese momento, ambas mujeres ya se habían incorporado y tenían sus dispositivos en la mano, levantándolas en señal de advertencia.

La fuerza bruta no iba a servir ya, pues el maldito brazalete la podía dejar fuera de combate en cualquier momento, además, se encontraba prisionera dentro de su propia habitación, entonces tendría que recurrir a una táctica a la cual hacia años no utilizaba, pero era igual de efectiva que la intimidación; el chantaje emocional.

Zaira se tumbó de rodillas sobre la suave alfombra y se llevó las manos a la cara, comenzó a sollozar en tono bajo y después aumentando en volumen, pese a que llevaba mucho tiempo fuera de práctica, estaba siendo convincente.

Ambas mujeres se quedaron viendo una a la otra, no sabían si se trataba de una de sus trampas o esto era algo de verdad y la terapia estaba dando resultados antes de lo esperado. Con precaución, Lorena se acercó a la muchacha mientras que Carmen a una distancia prudente estaba preparada para utilizar el brazalete en cualquier momento. Lorena levantó a Zaira y la tomó en brazos, la chica seguía sollozando, cubriéndose la cara, pero esta vez no mostraba ninguna resistencia, la mujer la llevó hasta el sillón, en donde se sentó y colocó a la chica sobre sus piernas.

-Escucha nena, esto será así, por lo menos hasta que demuestres un buen comportamiento y que puedes recuperar tus privilegios de niña grande, por lo mientras, te recuerdo lo que te dijimos hace unos momentos; el baño es un privilegio que aún no has ganado, y a partir de este momento, tus mamis te bañaran y te cambiarán el pañal cuando sea necesario ¿Entendido? – Le dijo con tono dulce a la chica mientras intentaba que esta se descubriera el rostro.

-No quiero mami, no quiero usar pañales como bebé, yo puedo ir solita al baño – Le dijo en un tono suplicante, con toques de sufrimiento, un tono que tenía años que las mujeres no escuchaban y que siempre había logrado su cometido.

Pero esta vez se habían prometido llevar a cabo la terapia al pie de la letra, no cometerían los mismos errores del pasado que la llevaron a este estado de descontrol y delincuencia, Lorena, con un movimiento rápido de manos, tomó la parte posterior del cuello de la chica y lo colocó sobre su rodilla derecha, y bajándole las piernas, la dejó con las nalgas desnudas, expuestas sobre su rodilla izquierda.

Sosteniéndola fuertemente extendió su mano y dio tres azotes en las nalgas descubiertas de la joven.

Zaz!… Zaz!… Zaz!…

– Esto es por haber lastimado a mamá Lorena al empujarla con tus pies -dijo después de dar los primeros azotes

Zaz!… Zaz!… Zaz!… Zaz!… Zaz!…

– Estos son por lastimar a mamá Carmen – Dijo después de dar cinco azotes más, dejando el culo de la chica completamente rojo

Zaz!… Zaz!… Zaz!… Zaz!… Zaz!… Zaz!… Zaz!…

La chica con desesperación intentaba cubrirse las nalgas con sus manos, pero no alcanzaba correctamente.

– Estos son por intentar salir de la habitación sin permiso

Zaz!… Zaz!… Zaz!… Zaz!… Zaz!… Zaz!… Zaz!… Zaz!… Zaz!…

Siguió intentando proteger su trasero de los repetidos azotes, pero lo único que logró fue que sus dedos recibieran los manotazos también.

– Y estos son para que tengas una razón verdadera para llorar.

Las lágrimas fingidas de Zaira se convirtieron en lágrimas verdaderas, entre cada ronda de nalgadas, gritaba suplicante que se detuviera, pero Lorena no la escuchaba, sus ojos se llenaron de llanto, por el dolor de los azotes, pero sobre todo por la humillación. Nunca se había sentido tan vulnerable, y nunca sus madres se habían sobrepuesto así sobre ella, esto era diferente, y el hecho de ser una joven de casi veinticuatro años de edad, boca abajo sobre el regazo de su madre, con el culo ardiendo después de ser azotado, era la situación más denigrante que había vivido hasta ese momento, el dolor podía aguantarlo sin problemas, pero la humillación, jamás.

Lorena volvió a subir a la chica empapada en llanto al mueble cambiador. Carmen le ajustó dos correas a las muñecas, dejando sus manos por encima de la cabeza, mientras Lorena sujetaba los tobillos a los arneses de la parte inferior del cambiador, estas correas a diferencia de las de las muñecas que eran fijas, se podían mover hacia arriba y abajo porque estaban sujetas con unos bastones al mueble.

Una vez inmovilizada la chica, Lorena empezó a aplicar crema en la zona genital, con mucha delicadeza, después levantó los bastones para llevar los tobillos de la chica al aire y dejar sus nalgas expuestas, en las cuales aplicó de nuevo la crema. Esto al principio le causo más ardor a Zaira, pero pronto sintió el alivio de la pomada fresca contra su piel herida.

Con los ojos llenos de lágrimas, vio como su madre extendía el pañal en el aire y después lo deslizaba bajo su cadera, una vez colocado sintió los polvos de talco cayendo sobre su piel, lo cual también le genero una sensación de frescura, el aroma llegó a su nariz y se sintió relajada, el aroma a bebé siempre le había parecido relajante y delicioso. Lorena bajó los bastones para dejar los tobillos de nuevo abajo y las nalgas de la chica descansaron sobre el acolchado pañal, la sensación fue de un instante de ardor, sin embargo, se sentía muy bien, el material era suave y esponjoso, después, con la vista empañada por las lágrimas, vio como su madre colocaba el resto del pañal sobre su abdomen y lo cerraba firmemente con cuatro cintas, una por una. No estaba segura de que momento había sido más humillante, si el de los azotes o la vista de las cintas de un pañal cerrándose sobre su abdomen.

Carmen le retiró las correas de las manos y le pasó la blusa por encima de la cabeza, se dio cuenta que la blusa era más larga de lo normal, su madre la volvió a acostar y levantar ligeramente sus tobillos, para cerrar la parte inferior de la blusa sobre si misma con tres broches, ahí se dio cuenta que no era una blusa común, si no uno de esos bodies para cubrir el pañal, como el que usan los bebés.

Una vez que estuvo vestida, Lorena le quitó las correas de los tobillos y la bajó del cambiador, en ese momento escucho el sonido de las barandas de la enorme cuna bajando poco a poco, cuando estuvo hasta abajo, Lorena depositó a la chica en la cuna y volvió a subir las barreras.

Zaira seguía en un estado de shock, por la humillación de los azotes y luego por la del pañal.

-Ni se te ocurra sacarte el pañalero y mucho menos el pañal, si lo intentas, lo único que lograras es que te amarremos manos y tobillos a la cuna – Le dijo Carmen amenazante.

-Además de otra ronda de nalgadas – Complemento Lorena haciendo un movimiento de lado a lado con su mano derecha viendo hacia arriba.


Acabas de leer los primeros cuatro capítulos de esta novela ABDL. Si quieres leer el libro completo y disfrutar de las ilustraciones puedes conseguirlo a través de Google play libros o Amazon Kindle.


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